dissabte, 25 de juliol del 2009

Valencia Experience

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"Tan sólo el rótulo de la estación dice de veras el nombre de la ciudad; lo demás son citas, más o menos fieles, de ese único documento original"
-Rafael Sánchez Ferlosio. Vendrán más años malos y nos harán más ciegos-

Hasta el verano de 1990 Valencia fue la capital mundial del antiturismo. El factor externo más visible de aquel blasón era, junto a un cartel que reducía a 3 horas lo que cuesta una vida entera, el semáforo de Europa. Un mérito atribuible a los miles de coches que durante al menos un par de décadas hubieron de pasar por esa ciudad en permanente estado de asombro que era y es Valencia. El trayecto era feo y desagradable. Avenida Catalunya, Blasco Ibáñez, Cardenal Benlloch, Eduardo Boscá, Peris y Valero y Ausiàs March. Arquitectura de castigo acompañada por una luz excesiva y polvorienta. Lo único refrescante era ver a los gitanos bañarse en La Pantera Rosa. Tomas falsas que Mercero jamás incluyó en Verano Azul.

A día de hoy, no entiendo como el olvido ha caído de una manera tan rotunda sobre aquella delicada trama que desgranaba de manera muy gráfica el carácter de la ciudad. Ni poemas, ni canciones, ni grupos de rock con ese nombre: El semáforo de Europa. Sólo algunos nostálgicos lo recordamos como el icono que fue. Una fauna orquestada de vendedores de kleenex, limpiacristales y malabaristas de todos los pelajes que cumplían una indudable función artística: hacer más llevadero el suplicio de aguantar bajo la solana. No era fácil pasar el trago. Por entonces, el barrio sólo tenía 3 monumentos de interés: el colegio de El Pilar, el bar los Checas y la sombra alargada y monolítica de Mestalla, con su esqueleto de hormigón al aire y la uralita del anfiteatro a modo de homenaje a la tribuna de 1927.

Yo estaba allí y los veía. Me gustaba, en aquellas mañanas de verano, apostarme en la terraza del bar los Checas y verlos pasar en interminables colas que debían fundir a fuego lento a toda aquella tropa de domingueros del más allá. Lo mío era, sin duda, una vacuna definitiva contra el tedio. Pensaba, para más inri, que los viajantes extranjeros agradecían el privilegio de parar delante de Mestalla. El campo del Valencia, donde jugaba Kempes. Imaginaba las conversaciones vinculadas a nuestro equipo y su maravilloso campo (sic). Les ponía nombre, rostro y hasta añadía subtramas ocultas como la del niño que en ese momento decidía hacerse valencianista pese a vivir a miles de kilómetros. Insisto, una infancia extraña la mía. Bastante desenfocada. Donde lo importante no era el mes en la playa de todos aquellos infelices, sino la intuición mística de estar pasando por delante de un templo: Mestalla.

El momento sublime de toda aquella “valencia experience” llegó una mañana de julio de 1982, en pleno Mundial. Ahí estaba yo, con la camiseta del Naranjito, la Mirinda de rigor y el don Balón. Dentro del bar los hombres jugaban a las cartas y los trotamundos que vendían su sangre en el dispensario de la calle Gorgos se escondían en el corral del garito a meterse jaco. Era un local con solera. Oscuro y destartalado, pero con solera. Había un poster de la plantilla del Valencia de la temporada 1976-77 y una foto que yo envidiaba secretamente de Claramunt con Alfonsín y José Luis, los hijos del matrimonio que lo regentaban.

Esa mañana aparcó una furgoneta en el descampado que había entre el bar y el colegio. Bajaron Albano y Romina Power con una prole de niños, hija desaparecida incluida. Nunca lo olvidaré. Mestalla al fondo. Albano y Romina Power. La calina del verano. Las moscas, el rumor de la acequia aún sin cubrir. Mis 10 años para 11. Y ellos. Insisto: ¡¡¡Albano y Romina Power!! Habían pinchado y necesitaban ayuda. Junto al bar había un taller de reparación de ruedas. Su dueño era una copia humana del dibujo animado del inspector Clouseau. De hecho, así le llamábamos: Clusó. Tenía voz volcánica de homenot curtido en mil batallas. Ya saben: aquellos hombres de antes. Caliqueño, bigotet, barrejat. Ese universo inagotable de anécdotas y vivencias incomprensibles para cualquier niñato nacido después del 23F.

Yo temblaba cuando se me acercó Albano preguntándome por el hombre del taller. Me encogí de hombros, fascinado ante la melena por debajo del culo de la hija mayor, la que desapareció años después sin dejar rastro alguno. Una niña de comic, rollo Laura Ingels a este lado del semáforo de Europa. Desde el interior del bar se escuchó una voz cavernosa y poco conciliadora. "Estic ací collons, ja no me deixen ni esmorçar, cagen la puta mare, moniatos estos". Clusó salió del bar pero no les arregló la rueda hasta después de acabarse el carajillo, encender otro caliqueño, echar una giñadita en el apestoso bujero del corral y asearse con Nenuco el poco pelo que le quedaba. Mientras, Albano y Romina Power aprovecharon para almorzar en la terraza, bajo la higuera, con Mestalla al fondo. Huelga decir que intenté hacerme el interesante pero a lo máximo que llegué fue a matar una de las muchas ratas que había por el solar. Pensé que aquello impresionaría a la hija de Albano y Romina Power pero como siempre que hay mujeres por medio pensé mal. O al revés. O de manera equivocada. Y la niña me miró con asco.

Cuando Clusó hubo arreglado la rueda, Albano y Romina Power le regalaron un cassette dedicado. Sin embargo, este no les hizo ni puto caso y apenas doblaron la esquina camino de Barcelona cogió la cinta y la pisoteó con saña mientras decía "Moniatos, que sou uns moniatos. Au a fer la mà...MONIATOS". En ese momento, que estoy reviviendo con absoluta nitidez, sonaba en la vieja radio del taller una canción de Mocedades, el grupo favorito de Clusó, que casi lagrimeaba cuando oía a la gorda cantar aquello de amor, amor de hombre, estas haciéndome temblar, una vez más...

Yo me descojonaba por lo bajini, sorprendido ante la deriva lacrimógena del siempre irascible Clusó. Moniatos, seguía musitando cada vez más ahogado en su propia emoción. Y así debió seguir durante al menos un par de horas más. Moniatos, que sou uns moniatos. Pero para entonces yo ya estaba estudiando las páginas del don Balón. Esa semana venía publicado el calendario de la liga 82-83. El primer partido me aceleraba el pulso. Un Valencia-Barça de los de entonces. Maradona debutaría en Mestalla. La noche en que Kempes le entregaría de manera definitiva el testigo de mejor jugador del mundo. Aún pude, en un descuido del mecánico, recoger del suelo el cassette pisoteado y enmendarlo pacientemente con el capuchón de un bolígrafo BIC. Se lo regalé a mi madre. Aunque creo que nunca llegó a escucharlo, ni siquiera cuando años después el semáforo de Europa pasó a engrosar el baúl de las anécdotas que siempre acaban por caer en el olvido. Como todo lo demás, por otro lado.



Rafael Lahuerta Yúfera
Socio del València CF

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divendres, 10 de juliol del 2009

Comunicat del club1919 i ultimesvespradesaMestalla.blogspot.com

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Comunicat del club1919 i del blog ultimesvespradesaMestalla.blogspot.com al voltant de l’actual situació del València CF i l’Ampliació de Capital, obert a la adhesió d'aquells seguidors del nostre blog que així ens ho indiquen per email (ultimesvespradesaMestalla@gmail.com), i que enviarem pròximament als mitjans de comunicació que seguixen l'actualitat del València.

Assemblea de socis del València CF reunida a la tribuna de Mestalla per estudiar la situació després de la riuada de 1957.

El nostre València CF no és un joguet

El nostre València és un club de futbol amb noranta anys d’història, vint prestigiosos títols oficials espanyols i europeus, probablement l’entitat de la societat civil més representativa dels valencians i una afició estesa pels cinc continents. És un club que es mereix respecte i representa una afició que es mereix respecte. En conseqüència, els dirigents o aquells que aspiren a dirigir-lo han de tractar l’entitat i els seguidors amb respecte i fent bé les coses.

El VCF ha patit i patirà en els anys següents les nefastes conseqüències d’una pèssima gestió i d’un populisme trampós que prometia coses irrealitzables. No és la primera vegada que ens han promés liquidar de colp un deute del club. Allò cert és que els que ho prometeren l’han incrementada de manera irresponsable fins a l’extrem de posar en risc la viabilitat de l’entitat.

És l’hora del trellat, del rigor i de la professionalitat. És l’hora de marcar un model d’un València CF exigent però realista, competitiu però que no imite patètics projectes galàctics, que il·lusione als valencianistes però que no ens enganye. Per a fer-ho trobem que és imprescindible l’ampliació de capital i apel·lem als que ens estimem el VCF a secundar-la en la mesura de les possibilitats de cadascú. Sabem que estem en un moment econòmic i social complicat, però el VCF ens necessita i no podem ni volem donar-li l’esquena.

Per això ens indigna que aquells que no han complit amb la paraula donada, aquells que se’ls omplí la boca de dir públicament que comprarien les parcel·les de Mestalla per 300 milions d’euros si no eixia comprador o que s’enorgullien d’afirmar a tort i dret que ja tenien un comprador i que anaven incomplint una data i una altra que ells anaven fixant, ara vullguen tornar a enganyar-nos. No tenen credibilitat i no es mereixen dirigir al València CF. Si prioritzen l’interés del club, que aporten allò que puguen en l’ampliació i que no posen pals a les rodes.

Allò més important és la viabilitat del València. El nostre València CF no pot ser un joguet en mans d’uns irresponsables. Cal un València del qual puguen enorgullir-nos els propers 90 anys.

Visca València i amunt València!


ultimesvespradesaMestalla.blogspot.com
club1919

Signat pels següents accionistes, abonats, seguidors i grups d'aficionats del València CF:
Juan Miguel Acedo Pozo, Simón Alegre Jaén, Alejandro Aparicio Cuevas, Vicent Baydal, Guillem Bertomeu Torner, Josep Andreu Bosch Valero, Sergi Calvo Saavedra, Chimo Calvo Saavedra, Alfredo Cardona Camarena, José Javier Cerdán San Pedro, Vicent Flor i Moreno, Carlos Francisco Franco Viñuales, Manuel García Ochando, Paco García Polit, Francisco García, Miguel Ángel Giménez Muñoz, Pablo Gimeno Bellver, Francisco Javier González Vidal, Josep González Vidal, Salvador González Vidal, Manuel González Antón, Rafa Lahuerta Yúfera, José María Lamirán Palomares, Jose Miguel Lavarías Chillarón, Desamparados Llimerà Vidal, Carles López Cerezuela, José Ricardo March, Voro Maroto Mengual, Jorge Milla Ibáñez, Miquel Nadal Tàrrega, Adrián Nicolau Mateu, Salvador Raga Navarro, Oscar Raga Navarro, Salvador Raga Ramón, Emilia Romo Montealegre, Juan Sebastiá Esteve, Elvira Vidal Galindo, Toni Yagüe Aviñó, CheCheChe.net.
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dimarts, 7 de juliol del 2009

Mi primera (y última) pancarta en Mestalla

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Recuerdo perfectamente aquel verano. El Valencia acababa de firmar a Antonio José Gómez de Matos “Toni” para suplir la baja de aquel goleador incomprendido que era Lucho Flores. También había llegado Tomás, desde Oviedo, para reforzar a un equipo que buscaba confirmar su candidatura europea en la recién comenzada “era Espárrago”. Aquel tercer puesto de la temporada anterior sabía a fresco, a nuevo…se confirmaba que aquel año en segunda había sido purificador; el Valencia disfrutaba de una afición joven, ilusionada, ya curtida en el sufrimiento, humilde y orgullosa.

Me encuentro en el viejo sofá del apartamento de Cullera, leyendo el periódico, seguramente “Las Provincias”, donde se anuncia el fichaje de un jovencísimo jugador uruguayo, procedente del Nacional de Montevideo, llamado Daniel Fonseca. Pronto surgen los comentarios propios de un fichaje inminente: “¿Éste será bueno?”, “Tiene buena pinta, dicen que es una joven promesa que viene a Europa a consagrarse como estrella” y, el más clásico de “la gran esperanza blanca”.

Debieron pasar muy pocos días, cuando Daniel Fonseca ya está en Valencia, ¡incluso antes de firmar se ha entrenado ya con el grupo!, haciendo ejercicios sencillos junto con el mister compatriota. Es alto, moreno y tiene cara de conejo burlón. Una foto en Mestalla, ya con la ropa de entrenamiento del club lo certifica, sólo queda esperar al Naranja para volver a ilusionarse con esta jovencísima nueva figura, el “9” que necesitamos.

La mañana siguiente, debía ser lunes por la cabecera (“Hoja del Lunes”), nunca la olvidaré por aquel titular que, en su día me hizo mucha gracia por la expresión y era perfectamente sintético con la realidad: “El fichaje de Fonseca queda en agua de borrajas”, parece ser que algunos flecos contractuales, comisiones o lo que sea (un muchachito de 13 años no entiende mucho de eso) apartan al uruguayo del Valencia.
Pasaron los años, llegó un jugador del Este, que pedía, para evitar burlas, ser llamado por su nombre y no por su apellido…ambos merecen nuestro recuerdo, pues aquel Lubo Penev fue uno de los más grandes. Volvió “el hijo pródigo”, aquel rubio del “trabajo gris” que era Roberto Fernández, llegó Guus Hiddink, el holandés de los cafés y el equipo de Tuzón comenzaba a mirar muy hacia arriba, a lo lejos se divisaba tormenta, pero todavía muy a lo lejos.

Cuando tocó, caprichos del destino el Nápoles en aquella casi-veraniega eliminatoria UEFA (con un estadio además semivacío por los desorbitados precios de las entradas), pocos destacaron al inquilino del banquillo napolitano, un “tal” Claudio Ranieri, más bien los titulares hacían referencia a los esfuerzos de mantener grandeza del, para siempre, “ex-equipo” de Maradona y destacaban la presencia ya estelar de un buen delantero uruguayo… si, Daniel Fonseca había de visitar el campo donde entrenó con unos compañeros que nunca tuvo, esta vez en duelo europeo.

Como es bien natural, el uruguayo fue interrogado sobre ésta circunstancia, desconozco si por un periodista valenciano o napolitano, el caso es que su respuesta llegó alta y clara a la prensa valenciana: “Doy las gracias a Dios por no haber fichado por el Valencia”, dijo Fonseca, expresando su alegría por disputar el Calcio con la casaca azulona del Nápoles.

Nunca en casa fuimos muy amigos de espectáculos y tifos, sí que respetamos la británica tradición de acudir al entonces Luis Casanova con la camiseta del equipo, pero poco más. No obstante aquellas declaraciones afilaron el ingenio de mi hermano Chimo, y su grupo de amigos entre los que me refugiaba (y me refugio) en el cemento de la vieja general de pie. Un rotulador negro y algunas cartulinas fueron suficientes para realizar mi primera y última pancarta en Mestalla.

El Valencia también da gracias a Dios por no haber fichado a Fonseca”.


Sergi Calvo
Socio del Valencia CF
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divendres, 3 de juliol del 2009

Tour Mestalla per sempre

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23 de junio de 2009. Mi hijo pasa a recoger sus excelentes notas de 4º de E.S.O. y yo le espero en el coche enfundado en la camiseta del doblete. Él, cosas de la adolescencia, ha ido a recoger las notas con una camiseta de los Minnesota Twins y una vez dentro del coche, la cambia por la camiseta de la temporada pasada, la de la Copa frente al Getafe. Estamos felices. Mi orgullo paterno se mezcla con lo que, sin duda alguna, es una de las herencias que mi único vástago recibirá: valencianismo en estado puro. Mi manía por tenerlo todo controlado me hizo reservar por internet dos plazas en la visita guiada por Mestalla hace casi una semana, reserva que me fue confirmada y que no hizo sino animarme más aún si cabe. Llegamos con casi 15 minutos de adelanto a la tienda oficial del club, junto al campo. Me presento y la dependienta, muy amable, me llama por mi nombre sin que yo me haya presentado, lo cual evidencia que no seremos muchos en la visita. Me cobra un precio especial para accionistas y abonados. No me pide documento alguno, parece ser que nuestras camisetas son una prueba irrefutable y más que suficiente. Sella dos entradas y nos las da. La visita está programada para las doce de la mañana. Nos dice que una chica vendrá y nos llevará hasta el campo. A las doce y cinco sólo estamos en la puerta de la tienda diez personas. Un par de amigos de Barcelona, uno culé y el otro xé. Un turista italiano despistado. Un matrimonio canario con tres hijos gafudos, todos madridistas confesos. Mi hijo y yo. A las doce y diez viene la guía, con su teléfono móvil a pleno rendimiento susurrándole decibelios en la oreja izquierda. Nos dice que la sigamos y nos lleva hasta la verja de acceso a la rampa, a la derecha de la fachada del campo. Más que guía parece un sherpa. No abre la boca, simplemente nos conduce, rampa arriba, hasta el piso donde están los palcos de empresa. Abre uno. Lacónicamente dice: “este es un palco de empresa, el de Estrella Damm”. Nuestra perspicacia holmesiana ya había extraido esa información de un simple vistazo a la estancia. Un botellón publicitario enorme de plástico de la cerveza en cuestión está sobre la mesilla baja que preside la parte diáfana de la estancia. Nos lleva hasta la sala de prensa. Sus palabras, memorables. “Esta es la sala de prensa”. Había un cartel en la puerta de entrada que decía lo mismo. De allí, por una ruta en caída libre, hasta la zona mixta y el vestuario del Valencia. Es hierática y fría, pero casi parece también muda. Es una verdadera putada. Le pregunto por los bancos en los que se sientan nuestras jugadores, bancos de gimnasio, de los de toda la vida. Me resulta extraño dado que sé que en el vestuario visitante hay unos cómodos sillones para cada jugador. Me dice que Benítez no quería que se relajaran demasiado los jugadores antes de salir al campo, y ordenó retirarlos. Su explicación es como agua de mayo pero, tras esa brisa, su boca se obtura como la válvula pilórica de Ignatius Reilly. Salimos por el túnel de vestuarios hasta el borde del terreno de juego. Nos dice: “podéis haceros fotos en los banquillos”. El banquillo del Valencia tiene el suelo mojado. Los sillones llevan unas horribles fundas que debieron ser de color naranja hace años. Tal vez los forran para protegerlos del riego por aspersión. Es un hipótesis apresurada que me formulo a mí mismo para entender lo kafkiano de la situación. Los tres últimos están forrados con bolsas de basura negras. Los tres niños gafudos quitan las bolsas de basura y quedan a la vista tres asientos del banquillo. Ahora sí merece la pena hacerse la foto. Nos lleva hasta la capillita y el vestuario de los árbitros. Es un detalle significativo. El culé no sabe qué virgen es la que está en la capillita. “La geperudeta” dice nuesta heroica guía. Nos lleva hasta “el Casal” y el palco VIP. Le pregunto si la bandera que hay en la vitrina es la fundacional (bandera que creía extraviada), la que fue paseada en 1923. Me dice que cree que sí, que es vieja y que está sucia; cosa que salta a la vista. Nos saca al palco y nos permite ser presidentes en la fotografía tópica que todos llevamos en mente hacernos. Punto y final. Nos baja por la escalera de la puerta cero y adiós muy buenas. En un momento de su “performance” su móvil sonó y sin intención alcancé a escuchar: “acabo ahora mismo”. Son las doce y cuarenta minutos. La visita ha durado media hora escasa. Nadie sabe nada sobre qué significa Mestalla, sobre las distintas fases de construcción o remodelación del estadio. Ni de los trofeos que el Valencia ha ganado en 90 años de historia y que están tristemente expuestos en “el Casal”, ni de las costumbres locales en los días de partido: la banda en el campo, los orígenes y fines de muchos de los momentos mágicos que se han vivido y vivirán en ese recinto. Bueno, yo sí estoy al tanto, pero es que yo soy del Valencia, ya sabeis. Volvemos hacia la tienda. El aficionado culé me mira extrañado y no puedo hacer más que una cosa: disculparme. Le explico por qué el campo recibió el nombre de Mestalla y con un pesar que va acrecentándose en mi interior le doy la mano. Las entradas a la visita guiada te garantizan un 20% de descuento en cualquier compra que hagas ese día. Solo si el artículo no está rebajado. Todos lo están. No hay opción de usar ese descuento para nada. Miro el sello de la entrada. Un viaje en el tiempo. Hemos vuelto al pasado. El sello es del 21 de junio de 2009. ¡Qué vergüenza!


Francisco García
Socio del Valencia CF
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