divendres, 30 de gener del 2009

Banqueta visitant. UD Almería

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Yo inventé el desodorante rolón

La primera vez que fui a Mestalla, el campo de fútbol se llamaba Luis Casanova, y acudí con mi padre al certamen de Iberflora, que se celebraba junto a la Alameda, en un recinto ferial bastante feo. Aprovechamos para ver un partido del Valencia un sábado por la noche. Y para mi, Mestalla y el Valencia siempre fueron sinónimo de partido nocturno. En aquel tiempo no podíamos ni soñar que el Almería fuera capaz de competir con el Valencia, porque ni siquiera nosotros como modestos empresarios de la flor cortada nos sentíamos al mismo nivel que la ciudad que visitamos, y a la que desde aquel momento siempre tuve un cierto cariño.

Mestalla me gustaba, era cómodo y se veía todo bien. Era un campo muy familiar, con niños y trenkas y programas de mano que todavía conservo. Para nosotros, la cita anual con Iberflora y el partido de fútbol significaba mucho. Yo era un chaval con un futuro prometedor, en una empresa y un sector, el hortofrutícola, que con el tiempo acabaría por tener un gran impacto en la economía de Almería. El milagro almeriense, los campos de plástico, y todo lo demás, han revolucionado Almería. Pero yo no tuve tanta suerte. Me encantaba viajar. Los hoteles con mi padre, los desayunos, el zumo de naranja y las camareras sirviendo las tostadas en el Hotel Rey Don Jaime de la Avenida de Baleares (¿todavía existe?). Y por la noche al fútbol desde la entrada del Hotel, que olía a levadura, porque al lado había una fábrica de levadura junto al río. Con el tiempo comencé a generar fobias. Acumulaba sucesivamente fobias. Comencé por los gusanos. Continué con la ergofobia, o sea el miedo al trabajo. La cometofobia. La dromofobia, y así sucesivamente. Como si mi organismo siguiera de forma sistemática todos los trastornos y mi mente dispusiera una especia de menú degustación de las fobias. Hasta que me quedé con la fobia a dormir fuera de casa. Y ya todos mis desplazamientos tuvieron que realizarse para viajar en el día. Ir y volver y dormir en casa.

Pero a pesar de eso me encantan los viajes. Por eso en estos momentos soy redactor de contenidos de folletos de viajes. Míos son títulos y resúmenes como Viena Imperial, Roma Maravillosa, Egipto misterioso, Lisboa otoñal, París eclético o Bilbao y su ría. Una literatura exigente, nada fácil, que yo aprendí en el difícil mundo de la publicidad farmaceútica: condones, ibuprofenos, frenadol, juanolas, tiritas, potitos,...

De hecho, mi momento de gloria aconteció después del ascenso del primitivo Almería a primera, en 1979. Ese equipo jugaba en el Franco Navarro. Mi ídolo era Rolón, un delantero centro rompedor al más puro estilo Ansola, al que yo había visto en Mestalla. Comenzaba entonces en una agencia de publicidad de desodorantes, asimilando el hecho fatal de la ruptura con la empresa de mi padre y mis fobias cuando me encargaron una palabra, una sola palabra para el nuevo formato de limpieza axilar. En homenaje al tanque almeriense ideé Rolón. Ya ven, de la nada futbolera surgió un invento casi casi tan potente como la coca-cola: el desodorante rolón. Con el tiempo supe que esa palabra era algo más que un designio. Lo importante era el recorrido hasta esa palabra mágica. Un viaje místico donde estaba mi descubrimiento del fútbol en Valencia, el recorrido a Mestalla por la Alameda, las flores, la paella en la Pepica..., todas las fobias que empezaba a acumular y que nunca hubo manera de concretar bajo terapia.

Ahora que sólo soy un pobre fóbico de 53 años y medio atrapado en la nostalgia del invernadero que nunca tuve, sigo pensando en aquel partido en que por fin cumplí mi sueño de ver al Valencia jugar en mi ciudad. Fue en mayo de 1980. Ganó el Almería. Y marcó Rolón. Cada mañana, cuando se atufen los sobacos (así les llaman ustedes), piensen en mi. Soy del Almeria. Y un poquito del Valencia. El inventor del rolón. Ya saben: No diga gol diga Rolón.


Fermin Maroto, de Mojácar
Seguidor de la UD Almeria
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dimecres, 28 de gener del 2009

La lenta agonía de la silla de Mora

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El següent post va ser publicat originalment el 22 de desembre de 2008 al blog de www.checheche.net, als qui volem agraïm la seua col·laboració en la nostra iniciativa.

La silla de Mora se merece un reconocimiento y un respeto porque nos ha llamado quejándose de que su vida es mucho más fría sin su Juanlu encima.

Pasa frío y tiene miedo de lo que le pueda suceder este invierno. Y para colmo se nos queja de que Timo, pese a que no le calentaba lo mismo y no sabía acoplarse a ella adecuadamente, le ha dejado abandonada. Ante esta situación está deseando que derriben de una vez el viejo Mestalla para dejar de sufrir.

Le hemos dicho que podemos llamar a la Organización Nacional de Transplantes, para que sea extirpada de Mestalla y sea trasplantada a Orriols, donde podría reencontrase con el calor que le daba su Mora. Pero el interventor judicial Vicente Andreu no quiere nada que le recuerde a Soler, y ha ordenado que Mora juegue de titular en el Levante para que el mito de la silla de Mora no sea transplantado a Orriols.

Para más inri Soriano, Unai y Fernando la odian, y quieren que muera congelada este invierno, al no contratar un tercer trasero que sustituya al de Timo para que le de calor y le haga mimitos.

Pero que final más triste para un emblema del viejo Mestalla.


Juan A. Sanchis
Agitador valencianista
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dilluns, 26 de gener del 2009

Invierno de 1984

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Fue el invierno por antonomasia. 1984. La novela de Orwell se escenificaba domingo tras domingo en Mestalla. Sorteos de coches, facturas impagadas, gradas semivacías, pasillos interiores encharcados y Raúl María Iglesias, el antimito.

Llegó con el año nuevo, como un ciclón de goles y talento. El sustituto natural de Kempes, decían. Las referencias eran inmejorables. Con San Lorenzo, cuyo nombre hacía lagrimear a los viejos del lugar, siempre prestos a recordar aquel amistoso único de 1947, había marcado 99 goles, cifra más que respetable. Así que su llegada supuso una inyección de optimismo que apenas duró un partido, el de su debut.

Era el último día de vacaciones navideñas, sólo amortiguado porque el VCF jugaba en casa y debutaba un fichaje de relumbrón. Llovía. De cuando la lluvia en Mestalla era la danza suprema de la tristeza. Los pasillos inundados, las goteras y su quejido; el pasto embarrado. Enfrente el Sporting. Un Sporting muy apañado. De copa de la Uefa. Poca gente. Porque llovía mucho y aquel Valencia era una ruina. Mi padre y yo optimistas. Aferrados al milagro Iglesias. "Collons, en eixe nom, segur que si" decía el viejo. Pero el debut ya fue sonado. 0-3. De cuando un 0-3 hacía mucha pupa. Antes, mucho antes de que Koeman los convirtiera en rutina.

Ya de vuelta en casa, recuerdo a mi padre arreglando él solito los males de su Valencia. Y poniendo el ejemplo del mismísimo Matador para no enviar a freír espárragos al nuevo fichaje. "Mira Kempes, el primer día un petardo y luego ya ves, el mejor de la historia". Pero no. La confianza ciega apenas duró 3 partidos más. El gol número 100 no llegaba y el chico no pasaba de milonguista. Res de res. El invierno seguía entre más partidos lluviosos y la novedad humillante de ver como se sorteaban coches en los descansos para paliar la debacle institucional. Las gradas medio vacías. 25000-30000. La imagen resumen de los años de plomo: aquel invierno de 1984.

Para primavera ya nadie esperaba nada del tal Raúl iglesias, anclado en sus 99 goles. Ni siquiera mi padre, que se dedicó toda esa segunda vuelta a contarme como se ganó la liga del 71, temeroso quizás de que me hiciera intelectual o cinéfilo. Íbamos a Mestalla, pero lo importante, a esas alturas de la temporada, era la conversación. Ni siquiera el hecho de estar apurando al último Kempes nos motivaba demasiado. El fútbol era en ese instante un sucedáneo de la literatura. Y eso lo explica todo. Cuando anteponemos el relato a la vida estamos perdidos. En manos de esa puta llamada melancolía: la ilusión de destilar la propia frustración de una manera amable. Las aventis de Marsé.

Un domingo de finales de abril acabó la liga. En Murcia. De la copa nos había eliminado el Castilla en febrero y ya sólo quedaba la copa de la liga. Aquella cosa esperpéntica que sólo sirvió para generar más mala leche. La eliminatoria contra el Sevilla debió ser un homenaje a Iglesias. Tras el empate global hubo penaltys. Y el argentino estaba entre los elegidos. Quería su momento de gloria y sería el último en lanzarlo. Creo que todo Mestalla soñaba con ese gol. El tan deseado y ansiado número 100. Por un momento la historia podía dar un giro. Quién sabe. Marcar el penalty, clasificarse, recuperar el olfato, ganar el título con actuaciones memorables del crack. Pero el guión ya estaba escrito. Ni siquiera hubo opción de quinto penal. Ni siquiera pudo patear desde los 9 metros. Con el cuarto lanzamiento el Sevilla ya estaba clasificado ante la muda decepción de Mestalla, que miraba anestesiado el declinar de su equipo. Sentí pena. Una profunda pena por aquel chaval. Y quizás también por todos nosotros. Han pasado 25 años. Y aún lo recuerdo. Cabizbajo, sin dar crédito a su experiencia en España, como un zombi camino de los vestuarios ante la mirada incrédula de los allí presentes: ni el jodido penalty ha podido tirar, se oía en los corrillos. Su sustituto fue el uruguayo Wilmar Cabrera. Pero ese es otro post. Un post de como la llegada del verano no siempre es la solución.


Rafa Lahuerta Yúfera
Socio del Valencia CF
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divendres, 23 de gener del 2009

¡Hay bombón helado…!

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Hay una foto. Una muy antigua, en el libro de Paco Lloret sobre Mestalla, en la que se ve un quiosco en el perímetro interior de la entrada al campo. Según reza el pie de foto, el quiosco estaba situado en el espacio diáfano que daba acceso a las gradas de tribuna y en él se servían bocadillos y refrescos. No creo que yerre el tiro si afirmo que éste fue el primer servicio de “catering” de la historia de nuestro emblemático campo. Puedo imaginarme el olor a butifarra y longaniza, los no menos estimulantes bocadillos de jamón serrano y los generosos vasos de limonada que pedirían, recatadas ellas, las damas que acompañaban al numeroso público masculino que acudía en aquellos días a ver jugar al Valencia FC. Es muy posible que el quiosco vendiera también caramelos o golosinas para los niños, incluso quizá regaliz o barquillos. Eran los locos años veinte, no lo olvidemos. El rastro de la comida y bebida en Mestalla es débil y escurridizo, caracterizado por unos tiempos de escasez y miseria, los años de la post-guerra estoy seguro que debieron ser autárquicos y muy duros en lo relativo al humano hecho de llenar la panza. Bocatas de tortilla envueltos en aceitosos papeles de diario y botas de vino, junto a algún abstemio que llevaría una cantimplora llena de agua para que el bocado no se echara a dormir a mitad de camino. Los años 50, con la construcción del Gran Mestalla trajeron, sin duda, una mejora de los servicios al público asistente. El café expreso, y su pariente canalla: el carajillo, debieron tomar posesión de los puestecillos que empezaron a poblar diferentes zonas del campo. Por supuesto, el formato “Juan Palomo” seguía bien enraizado entre la afición y sé de verdaderos supermercados ambulantes que entraban en el campo como si el partido no fuera a durar un par de horas, sino una semana entera. Armado con una navaja de bandolero, el festín empezaba un poco antes de que el silbato señalara el inicio del juego y tenía un punto álgido en el momento del descanso, cuando la bota iba de mano en mano por la fila. Eran tiempos donde el fútbol aún se saboreaba al albor de la luz diurna. Termos de café para el invierno y limonada en neveras para los partidos de septiembre. Es el fútbol un deporte en el que siempre está pasando algo. A diferencia de otras disciplinas en las que las pausas permiten cierto relajo en la observación del juego, no ocurre así en el balompié. Por ello, los puestos de venta de refrescos se colapsaban en los descansos y el negocio finalmente se resentía. Así se ideó que unos vendedores ambulantes, vestidos con unas blancas chaquetillas se movieran entre el graderío ofreciendo algunos productos. Recuerdo su limitada oferta y la trasera de sus chaquetas, serigrafiada con un gigantesco caramelo Pictolín. Turrón Meivel, bombón helado y pictolines. Solían aparecer en los partidos de pretemporada o en el Trofeo Naranja y su grito característico hacía que los niños miráramos a nuestros padres con una cara ansiosa y plena de deseo. ¡Hay bombón helado! Gritaban. Hace años que ya no caminan por las gradas. Mi último recuerdo de ellos es en la temporada 1999-2000, en el debú en Champions contra el Glasgow Rangers. Un dadivoso seguidor escocés invitó a toda nuestra fila a bombón helado. En el largo tiempo en el que esos vendedores ambulantes tuvieron presencia se enmarcan los años dorados de mi infancia y juventud valencianistas. El tiempo nos fue trayendo diferentes empresas que gestionaron nuestra sed y hambre, aunque a mi modo de ver nunca lograron vencer al perenne y satisfactorio recurso del bocata casero. La ley contra la violencia en el deporte no mejoró nuestras opciones. Recuerdo la absurda medida de hacerme pelar un plátano al entrar por la puerta 3 hacia mi localidad de tribuna en un partido de Champions. Me pareció tan surrealista que opté por arrojar el plátano al cubo de basura con malos modos mientras me cagaba en… Nos espera un nuevo campo, uno en el que todo estará diseñado para que nuestro club genere ingresos a cada instante, como si de un astro rey de nueva creación se tratara. Me pregunto si allí, en ese nuevo coliseo llamado a alumbrar una nueva era futbolística y social, tendrá lugar la magnífica tortilla de patatas con ajetes de mi madre y si en alguna de esas noches caniculares en las que el infierno parece abrirse de par en par para engullirnos, futboleros irredentos, podré aliviar mi sofoco comprando desde mi cómoda butaca abatible un rico y refrescante bombón helado.


Francisco García
Socio del Valencia CF
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dimecres, 21 de gener del 2009

Cinefòrum. València CF 2 - Real Madrid CF 1 '91/92

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La nit dels gols de Fernando i Robert

Fa ja 17 anys d'esta màgica nit. Tot ha canviat molt des d'aquells moments que, per a tota una generació, significaren una reivindicació, un desig de tornar, de trencar amb un cert passat.

Amb el pretext d'estes magnífiques imatgens Últimes vesprades a Mestalla proposa un exercici de memòria amb l'objectiu de replegar les impressions que aquella nit, una de les més emocionants de la història del vell Mestalla, deixà en els valencianistes i en la trajectòria posterior del club.




Últimes vesprades a Mestalla
Socis del València CF
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dilluns, 19 de gener del 2009

Al cor del vell Mestalla

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Confese la meua tardana conversió a una de les poques fes vertaderes. Per eixe motiu no tinc massa records familiars ni infantils relacionats amb el futbol, ni com a jugador ni com a espectador. Jo era més de jugar a "guerres". Amb el temps, afortunadament les aficions canvien.

Com deia, la meua família de futbol va més bé escassa, mon pare sols ha anat tres vegades a Mestalla, dos a general quan feia la mili (la primera va vore tot el partit sentat, la segona coincidint en la inaguració de l'enllumenat com la general estava plena li toca estar tot el temps dret i en el moment l'arbitre xiulà el final del partit acabà també el seu periple per Mestalla. Fins que molts anys després, amb el meu passe, tornà esta vegada a l'ampliada grada del Gol Gran, i tampoc l'experiència va ser satisfactòria, tant per les inclemències del temps com pel futbol que desplegava l'equip en eixe moment de Valdano.

Per altra part, ma mare mai ha anat a Mestalla, ni a cap altre camp. Així el primer record que tinc d'ella associat amb el futbol fa referència a la tanda de penals de la final de la Recopa, que no se per quina estranya raó varem vore per televisió, en un aparell que poc temps després va cremar-se a lo "bonzo" segurament per a protestar contra la invasió dels televisors a color. Doncs bé, com deia, després la parada de Pereira que ens donava el triomf davant l'Arsenal, la bona dona sols va dir referint-se a Rix: "Pobre xic quin mal trago estarà passant".

Així, amb estos antecedents, difícilment podia eixir un futboler a la família, encara que tot cal dir-ho també hi ha algun record que uneix a tota la família amb el futbol. Com la vesprada de l'u de maig del 83 on a casa dels iaios, per primera i única vegada, tots estiguérem escoltant el que passava al Mestalla. Al final, l'alegria va ser doble per la salvació del València i pel gol marcat per Tendillo que era del poble.

Amb estos precedents, es complicat explicar com quasi per generació espontània va nàixer la vesprada nit del 12 d'abril de 1986 un aficionat i un patidor del club del Mestalla. Eixa vesprada, es va consumar el descens a segona i encara recorde el passejar pel poble i vore com la vida pareixia seguir igual. Jo no entenia res, el València acabava de baixar, estava en la més absoluta de les ruïnes i la gent pareixia deixar de banda a l'entitat que pocs anys abans els havia fet sentir-se orgullosos per tot el món.

Des d'eixe fatídic dia, unes coses portaren a altres: El primer partit vist a Mestalla davant el Castelló a segona. El partit de l'ascens contra el Recre, vist des de tribuna per que un amic de mon pare que treballava a un dels bars del camp ens colà. L'alegria pel triomf al Camp Nou l'any del retorn a primera. Les uefes d'Esparrago. La remuntada al Madrid en l'últim minut. La final de Madrid contra el Depor i els deu minuts que quasi no vérem per culpa de l'embús a la N-III. El València quasi campió de Paco Roig. El primer passe en l'ampliació-bunyol de Mestalla. Rinaldi i el “Paco vete ya”. Els sis gols al Madrid. La final de Sevilla, el “probe Miguel” i les llàgrimes del meu amic Xoi. Les dos nits a Mestalla per a poder anar a París, quedar-se al tall sense entrades i aconseguir-les a l'últim moment. La final de Milà i el mite de Sisifo. “Ni Figo ni Zidane, Albelda és el més gran”. El gol de Fabio Aurelio al Màlaga, que aquell arbitre no donava i pareixia voler fer-mos esperar trenta anys més per a celebrar la primera lliga de l'era Benítez. La perruca de “Bonico”. El “quan arriba la nit… jo soc Baraja”. La segona lliga. Les entrades que tenia a casa per a la final de la UEFA el mateix dia de la semi contra el Vila-real. Les quatre hores que vaig estar a Goteborg (algun dia tornaré). El doblet. L'adéu de Benítez. Rinaldi 2ª part. La vesprada enviant fax al Monac per a les entrades de la Supercopa. El triplet. L'era Soler i la Champions econòmica (mare que por). La final del Calderón (gràcies Rafa) i la festa d'abans per si mos pelava el Getafe. La Wolstein-experience. L'agònic partit davant el Saragossa… i tantes i tantes coses més, viscudes a eixa que he convertit en una segona llar on retorne per a viure emocions que són difícilment viscudes en cap altre lloc.

Per això i fins que arribe el moment de la despedida, pense gaudir de cada instant que em quede al cor del vell Mestalla.


Josep Bosch
Soci del València, que espera que algun dia torne a ser FC
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divendres, 16 de gener del 2009

Y un poquito del Atlétic

·Vuestro abuelo lleva boina, podéis verlo ahí sentado, en la grada. Vuestro abuelo lleva boina porque es un hombre sencillo e hizo la guerra, y los hombres sencillos que hicieron la guerra llevan boina. Hizo la guerra y la perdió, y perdió también la posguerra, aquel tiempo infame de cara al sol y brazo en alto en las calles, en las escuelas y en los cines, de represaliados y presos y hambre y penalidades interminables. De todo aquello le queda cierto reflejo de tristeza en la mirada que ya nunca le abandonará.

A vuestro abuelo le gustan Imperio Argentina y Miguel Ligero, y la voz de Angelillo, y aún le echa un pulso a cualquiera. Es del Valencia desde que llegó del pueblo, recién proclamada la República, huyendo del caciquismo y el trabajo servil. Ha visto jugar a Costa y a Picolín, a la Delantera Eléctrica, a Puchades y a Fuertes, y aquello sí que era fútbol, dónde va a parar. Vuestro abuelo es del Valencia, desde luego, y un poquito del Atlétic, porque aquel Atlétic de antes de la guerra, el de Bata, Iraragorri y Gorostiza, y el de después, el de Iriondo, Venancio, Zarra, Panizo y Gaínza, era un equipo bravo y luchador, un heraldo de aquel norte húmedo y brumoso, de fábricas con chimeneas, traineras en los puertos y vacas en los prados. Un equipo recio e indomable. Le gusta mucho que juegue el Atlétic en Mestalla.

Vuestro padre lleva corbata, porque vuestro padre es un hombre de ciudad, y los hombres de ciudad llevan corbata. Empezó a trabajar a los once años porque hacía falta en casa. Un niño como tantos, boniatos y lentejas todos los días, a veces ni eso, carne sólo en Navidad, un juguete de madera para Reyes. Ha prosperado, y ya tiene una casa como es debido, y una familia y un coche, y algún verano ya os habéis ido de vacaciones a un hotel, como los extranjeros.

A vuestro padre le gustan Machín y Antonio Molina, y no hay actrices más guapas que Sofia Loren y Gina Lollobrigida, las de ahora son una birria. Es del Valencia desde que nació, o desde antes, y ha visto jugar a Pasieguito, a Wilkes, a Mestre, a Waldo, a Guillot, y aquello sí que era fútbol, dónde va a parar. Es del Valencia, claro, y un poquito del Atlétic, porque es un equipo de su tierra de verdad, de la cantera, y eso emociona mucho a vuestro padre, que ya ha viajado a Bilbao y sabe que allí la gente es del Atlétic y nada más que del Atlétic, a nadie se le ocurre que se pueda ser de un equipo de fuera sólo porque gane más títulos. Ha visto en Mestalla a Carmelo, a Mauri y a Maguregui, a Arieta, a Garay, amor al escudo y sudor en la camiseta. Le encanta que el Atlétic juegue en Mestalla.

Vosotros lleváis trenka y melenita, la moda del momento, aunque vuestro abuelo piense que el pelo largo es de afeminados. Estudiáis EGB en un colegio religioso, padrenuestro cada mañana y misa los viernes, curas castellanos de pocas palabras y malas pulgas, y ya habéis conocido a la niña de ojos claros que os va a arrebatar sin remedio el corazón. La vida no está mal, a pesar de todo, quién sería tan idiota como para quejarse, aún queda todo por delante, todo el mundo os lo dice.

Os gustan Fórmula V y Nino Bravo, y la voz de la cantante de Mocedades, y os quitan el sueño, qué se le va a hacer, la belleza inalcanzable de Claudia Cardinale y las vertiginosas curvas de Rachel Welch. Y sois del Valencia, claro, no hay más equipo posible, eso no se elige. Ya habéis ido a un par de finales de Copa, y a Barcelona, para ver en Sarrià cómo se perdía un partido y se ganaba una Liga. Habéis visto jugar a Claramunt, a Valdez, a Antón, a Abelardo, a Sol, ya sabéis que también ellos serán inolvidables.

Sois del Valencia, claro, y un poquito del Atlétic. Os conmueve de este club el amor a la tradición, esa atmósfera de fútbol inglés de lluvia, barro y juego limpio, aquel estadio aún más antiguo que el vuestro. No importa que el mundo se vuelva loco, parecen decir, nosotros somos lo que somos. Habéis visto jugar a Uriarte, a Clemente, a Rojo, a Sáez, unos tipos que juegan con los puños apretados. Y en la puerta Iríbar, ahí es nada. El mejor desde Zamora, dice vuestro abuelo, y vosotros le creéis. Ahí plantado, vestido de negro y alto como un chopo, nadie podría imaginarlo en otro lugar. Es austero en el gesto, elegante en los movimientos, enemigo de lo inútil. Más que detener balones, más que ordenar a la defensa, parece impartir en cada partido una clase magistral de filosofía. Vuestro padre le ha vuelto a pedir a Finezas un favor, una foto con él, que acepta gustoso. Le decís que os encanta que el Atlétic visite Valencia. Iríbar no sonríe en la foto, no sonríe nunca.

Volveréis a la grada, con los hombres de boina y los hombres de corbata, para escuchar las historias tantas veces contadas. Yo conocí el campo de madera, tenías que haber visto a Pío sentado en el larguero, menuda semifinal de Copa en el 50 contra el Atlétic, qué goles metía Waldo. Descubriréis, ya lo estáis descubriendo, que algunas de las cosas más hermosas y más tristes que os van a ocurrir van a suceder allí: la alegría y la decepción, la dulzura del triunfo y la amargura en la derrota, los días maravillosos y los días aciagos. En ese lugar aprenderéis, ya lo estáis aprendiendo, inolvidables lecciones que siempre os acompañarán, y que no importará jamás las vueltas que os dé la vida, adónde os lleve u os traiga, lo último de lo que os arrepentiréis jamás será ser del Valencia.

Bueno, y un poquito del Atlétic.

La costumbre en esa época dictaba que el Valencia le zurraba al Atlétic en Mestalla y ellos nos la devolvían en San Mamés. En este partido se cumplió escrupulosamente: 4-1 en la temporada 72-73, con dos goles, creo recordarlo bien, del “gitano” González.


José Javier Cerdán San Pedro
Socio del Valencia CF
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dimecres, 14 de gener del 2009

Nuevos horizontes

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Muchos aficionados del Levante acuñan una frase que suelen promulgar con orgullo: "El levantinista nace, y el valencianista se hace". La propagan a los cuatro vientos, por regla general en bares y lugares hasta los topes de "xotos" con los que buscan iniciar un pique. También, por regla general, suelen conseguir su propósito. En esta ciudad, es sacar a pasear el tema del fútbol o de las Fallas para iniciar poco menos que una batalla campal dialéctica.

Tengo que confesar que no me gusta esa forma de pensar. Yo nací levantinista. Mi padre lo era. Mi tío lo era. Mi abuelo lo era. Nací en El Cabanyal, cuna del mundo granota, y quedé irremisiblemente marcado por ese sentimiento. No sé cuando la escuché por primera vez, pero es una frase que nos pega. "Forjados en el yunque de la adversidad". Toma ya. A ver cuántos aficionados se autodefinen de ese modo.

El caso es que siempre he sido abonado del Levante. Y accionista, desde que nací, cuando mi padre nos puso varias acciones a mi nombre y al de mi hermano. Pero llegó el momento de probar cosas nuevas. Hasta los doce años, el Valencia CF para mí era un completo desconocido. Era "el otro equipo de la ciudad". En mi colegio, cuatro amigos se juntaron: habían decidido sacarse el pase de Mestalla. Yo me uní. Inquieto yo, quería ver fútbol de Primera, ya que en aquel momento el Levante navegaba entre las turbulentas aguas de la Segunda y el lodo de la Segunda División B. "Un complemento", me dije, "así veo el doble de fútbol".

Y me saqué el pase, junto a mis cuatro colegas. Era la última temporada de Cúper. Las finales de Champions. Todo. Desde mi asiento en la fila siete del Gol Xicotet Baix, pude vivir algunos de los momentos más míticos de la historia reciente del valencianismo. El partido contra el Arsenal, con la exhibición de "Alieu" Carew. La noche mágica frente al Leeds. El debut de Zidane en España, con Albelda dándole hasta en el carné de identidad. Todo desde el Gol Xicotet, lugar al que acceder resultaba una auténtica tortura china debido a los dos millones trescientos mil escalones que había que remontar para llegar a mi asiento. A los trece, llegaba con la lengua fuera. Ya con dieciséis, se me pasaba en un suspiro.

Aquellos años de abundancia futbolística en el Camp de Mestalla me sirvieron, sobre todo, para entender al aficionado blanquinegro. Al pipero, al del puro, al del caliqueño, al del porrito, a la señora con la cara pintarrajeada tratando de parecer veinte años menor. A las parejas jóvenes de aficionados, el con la camiseta naranja y mordiéndose la uñas, ella tratando de que el chico le prestase más atención. Siempre cuento la anécdota de un crack que tenía en la fila de delante, que solía colar una petaca de whisky, y que en el partido contra el Leeds saltó sobre su asiento... hasta que lo partió por la mitad. Comenzó la temporada siguiente, ¿y creeís que el asiento era nuevo? Nanai. Cosas de Mestalla.

Uno de los mejores recuerdos que siempre recordaré de aquella etapa fue en el tan esperado derbi. Valencia-Levante. Enero de 2005. Yo, con mi camiseta del Levante, embutido en una chaqueta para que no me viese nadie. Mis amigos, gritándole a todo aquel que quisiera oír: "¡Eh, este es del Levante!" Sí, soy del Levante, pero no soy gilipollas, algo que cada día abunda más en los campos de fútbol. Hace años, llevar la camiseta de otro equipo en un estadio te valía un par de insultos. Ahora, la gente pega palizas.

Como no podía ser de otra forma, "palmamos". Pero me dio igual. Fue un sentimiento inolvidable. Y debo decir que aquellos que renuncian a apreciar al otro, aquellos aficionados del Valencia o del Levante que profesan odio al eterno rival se están perdiendo recuerdos como ese. Sí, soy del Levante. Pero el Valencia me cae bien. Esa era mi forma de pensar hace unos años. Y esa es mi forma de pensar a día de hoy, cuando la vida y mi profesión me han llevado por derroteros... curiosos. Así, mientras mi corazoncito granota sufre por la situación actual del club, sus problemas económicos, el desencanto de la afición... también lo paso mal cuando el Valencia pierde, o cuando algún jugador no me concede una entrevista.

Periodista, del Levante, y siguiendo al Valencia. Una situación que, me consta, no es única. Eso sí, os lo puedo asegurar: nadie tratará mejor al club que alguien que, antes que informador, ha sido aficionado. Ocho años en Gol Xicotet. Eso curte que no veas. Ahora viene un campo nuevo, más grande, más bonito, más todo. Pero me da igual: yo me quedo con mi Ciutat de Valencia... y con Mestalla. Con cariño, ¿eh?


Periodista anónimo valenciano
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dilluns, 12 de gener del 2009

Atrapado en el 71'

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(Dedicado a Jose Manuel, alias "años 70", que Dios sabe por dónde andará...)

Paquito alçant la Lliga del 71, entregada a l'inici del partit de tornada de l'eliminatòria de Copa contra el RCD Mallorca a Mestalla.

Mucho antes de que Frank Lasseca y Casto Escópico se dedicaran al noble arte de inventariar el lado menos convecional de nuestro paisanaje en la Cartelera Turia, las matinales de Mestalla y su Mestalleta ofrecían un nutrido y selecto grupo de tarados y tipos que hoy serían frikis.

Fue la época en que el filial jugaba los domingos por la mañana en Mestalla paso previo al traslado definitivo a Paterna.

A mediados de los 80' el filial ya no despertaba las pasiones de antaño y su parroquia era una mezcla nada convencional de jubilados, enfermos del fútbol, ociosos y raros por antonomasia. Los jubiletas y los futboleros solían llenar la tribuna, mientras que detrás de las porterías nos ubicábamos los demás. Los partidos se jugaban a las 12 y salvo la irrupción de algún jugador distinto como Carlitos Arroyo, capaz él solo de llevar a 10000 fieles durante sus 4 ó 5 partidos en el filial, la afluencia rondaba los 4000-5000 como tónica habitual.

Yo entonces era un chaval enfermo de fútbol que aprovechaba las matinales para ganar cuotas de libertad. Me ponía detrás de la portería y me juntaba con los Yomus fundacionales: el Billete, el Boni, Paquito, Juan Carlos "Antimeseta", Torrente, el Berga, el Linterna, Los Hermanos Tonetti, Julito, etc, etc. Entre ellos destacaba uno al que todos llamábamos 'Años 70'. Un tipo cuyo fondo de armario se reducía a unos pantalones grises de campana y una americana de color azul con coderas granates. Lucía botines pilongo acabados en punta y el pelo lacio pero grasiento, con bigotito de alferez provisional y patillas made in algarrobo. Más que un ultra parecía un sindicalista manifestándose contra Franco. Todo un personaje.

Lo peculiar en 'Años 70' era su violencia absurda y desatada. Una violencia contra puertas, vallas, sillas y demás objetos inanimados. Se encendía con muy poco y se ponía a pegar patadas sin ton ni son hasta que la furia lo dejaba exhausto. Por lo demás era muy afable y alardeaba de haber estado en Sarrià el 18 de abril de 1971. '¿con esa chaqueta, no?' preguntaba el guasón de turno. Entonces, 'años 70' se echaba las manos a cierto sitio y decía una frase que él consideraba la quintaesencia de lo humorístico pero que no hacía reír a nadie: 'cómeme la polla con pan y cebolla'. Así domingo tras domingo. En matinales apasionantes contra el Carcaixent, Ontinyent, Vilajoiosa, Alzira...

Al poco, 'Años 70' cayó en desgracia y lo internaron en Bétera tras ponerse a torear coches en plena calle. De vez en cuando volvía. Regresos esporádicos que daban mucho de si, como cuando en los incidentes de octubre de 1987, tras arbitraje funesto de Jiménez Muñoz de Morales en un VCF-Valladolid, él solito destrozó dos lecheras de la policía. Rondaba ya los 40 tacos pero seguía fiel a su estética revolucionaria de americana con coderas y pantalones de campana. Un irreductible.

La última vez que lo ví fue lejos de Mestalla, en el bar Coral, esquina Balmes con Viana, en pleno barrio chino. Vestía con su uniforme clásico y era como si el tiempo se hubiera parado en el concierto de Raimon en la Complutense. Al reconocerme estuvo a punto de ponerse a llorar. Entonces se sacó el llavero del VCF y lo besó: 'hasta la muerte, hasta la muerte', repitió 3 ó 4 veces. Y como siempre, empezó a contar el día en que estuvo en Sarrià para ver ganar al VCF la liga de 1971. Creo, finalmente, que esa lejana tarde es el motivo real por el que nunca cambió de estilo. Allí se quedó: atrapado en el 71'. Encendiendo una traca sobre el césped del desaparecido Sarrià. Ganándose, para siempre, su trocito de cielo en la memoria de Mestalla.


Rafa Lahuerta Yúfera
Socio del Valencia CF
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dissabte, 10 de gener del 2009

Banqueta visitant. Vila-real CF

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Evocación de una manta a cuadros

Empecemos por el principio. Recuerde el pueblo de Mestalla aquella entrevista que Cayetano Ros realizó a Fernando Roig, en la que éste se jactaba orgulloso de haber desactivado a los ultras del Villarreal. Pues bien, yo Paco Badenes, y mi amigo Quique Fabregat, fuimos dos de las víctimas del proceder del Presidente. Yo no dejaba de ser un espectador privilegiado de lo que pasaba en el fútbol. Me daba un poco igual. Era otro partido de fútbol, a pesar de los líricos y de los aficionados a tocar el violón con la semántica del enfrentamiento y la retórica de la “germanor”. Un trasunto de una pelea escolar entre los de 8º D contra los de 8º C. Si aquellos gritaban Villarreal, aldea subnormal, nosotros les llamábamos “mig-ouets”. A mi me tiene sin cuidado. Tengo exactamente cuarenta y ocho años. Esa edad que te ha permitido conocer y sobrevivir al conocimiento de El Titi, de Bruno Lomas y los Hermanos Tonetti. La edad en que ya sientes nostalgia de aquellas verbenas con la Orquesta Mancy de Vinaròs, después de hacer recortes en las fiestas de Artana, Onda o Betxí.

Entonces Mestalla era la oportunidad de ir, primero a Las Divinas, y luego a El Romaní. El caso es que soy también “purisimero”, devoto de San Pascual Bailón, y fidelísimo asiduo a los partidos de Mestalla con el Villarreal. Cuando nuestro equipo ascendió a primera toda la relación normal que se producía entre las dos aficiones, los dos equipos, y las dos presidencias, de repente se transformó en complejos, de superioridad, de inferioridad, complejos participados por todos.

Había que inventarse una mística, señores, y unas banderas y unos lemas glosando el amarillo, y una historia de víctimas, y claro hubo que convocar una tormenta de ideas en un local del que no diré el nombre, cercano a uno de los polígonos, en el que cada uno de los que íbamos a liderar una de las curvas del estadio, a las que íbamos a poner grandes hitos cerámicos, la Curva Gresite, la Curva Tau, etc. fue lanzando sus ideas. De allí nació lo del Submarino Amarillo y tantas otras ideas que fueron abortadas un día, cuando el Presidente nos desmanteló. El día que nos lo creímos, creímos que esto iba en serio, y realizamos unas declaraciones críticas contra su gestión. Allí se acabó todo. Y aún recuerdo el día en que desmantelados tuvimos que acudir a un bar de la periferia a canjear nuestras bengalas y nuestras banderas por globos amarillos y mantas a cuadros para ver el fútbol en El Madrigal.

Yo quise ser un hincha fanático del equipo de El Madrigal. Ahora acudimos a Mestalla como cualquier otro equipo.


Paco Badenes
Seguidor del Vila-real CF
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dimecres, 7 de gener del 2009

Gol d'Idígoras, veritat?

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Mai recordaré si va passar contra el Las Palmas del mític Morete o l'Atleti del no menys idolatrat Rubén Cano, però sempre m'ha colpit que la primera volta que vaig visitar Mestalla, allà per la segona meitat dels 70, no més em deixà records –vagues, vaporosos, indeterminats, segurament apòcrifs: innobles per a la quantitat de moments que després he viscut allí- de l'equip visitant. Sorprenent.

Va ser, això si ho recorde, un diumenge de vesprada. Mon pare, gens amant de la piloteta, afeccionat a l'esport amb el pas del temps per pressió de la dóna –una rara avis- i els nanos, va finalment cedir, de manera inesperada, un d'eixos matins que passarem amb el Simca 1200 –o ja era el flamant Renault 14, tampoc ho recorde, per la porta del camp. Demà anem a Mestalla, collons!, va bufar. Tirem de tòpics: emoció, alegria indescriptible, inquietud, nervis. Ens decebria la visita al camp? Estaríem a l'alçada del repte? Molaria tant un partit com ho imaginàvem?

Tampoc ho recorde. I ací no puc fer un relat costumista per la meua falta de perícia i la indefinició dels meus records, però si que vaig atrapar uns quants moments. Les banderoles onejant –potser en la part recaient a l'avinguda d'Aragó-, les paraetes amb bufandes i banderes (no comprarem res), les grades de pedra, dos seients per a quatre (existia ja, o encara, la mitja entrada?) i un clàssic dia, pel que respecta a l'oratge, de futbol a Mestalla: sol i temperatura agradable.

Eixe dia es materialitza un somni, lloc comú al que si acudisc, crec, amb tot mereixement. És cert que mai havia anat a Mestalla, però ja somniava en jugar en el València, viure amb el València… en vore al València, redéu. Estava fart de preguntar-li a mon pare cada matí com havíem quedat, qui havia marcat. M´esgotava despertar-me i estar pendent del butlletins de Radio Nacional per a sentir que havia fet el València contra el West Bromwich Albion –el meu equip anglés des d'aquella eliminatòria, de la que no recorde ni l'any ni el resultat-, el Karl Zeiss Jena, el Hajduk Split i altres equips ara de tercera fila i que, aleshores, jo suposava poderosos, rics, superdotats… com un conjunt de marcians vinguts a la terra amb l'heròica tasca de derrotar al meu equip.

Bé, tampoc recorde les meues sensacions post-partit, encara que podria assegurar –o potser no- que dilluns, a l'escola, no vaig fer cap comentari sobre la meua visita al paradís entre dissecció i dissecció de la pel·lícula o els dibuixos animats de Televisió Espanyola. Vaig interioritzar l'experiència, que possiblement va resultar plaent. Des de'aquell moment, Mestalla no va ser la meua tercera casa (la dels iaios era la segona), però si una referència mítica, un temple –l'anticlerical de ma mare no em deixava vore als retors- per a la meua fe.

Visites amb amics dels pares amb abonaments sobrants (3-0 al Racing amb gol final de Saureta crec), entrada furtiva amb senyors que s'oferien per a colar-te i, alguna que altra visita amb tota la família i, finalment, amb 10 anys, la consagració definitiva: un passe infantil –color marró, escut totalment blanc- per 995 peles. General de peu. Actual grada de la mar. Ubicació preferida, la zona colindant al fons sud. Primer partit amb abonament a Mestalla, el Barça de Maradona. Gol del Pelusa, veritat? Mon germà i el nostre veí Tortajada, tirant paperets. Ni cas al partit. El meu veí Tormo, dient que açò és un avorriment. Preferisc anar a missa, deia el borinot. El meu veí Joaquín –Ximo, els dels camps- amb cara intranscendent. El meu veí Font, el de l'auto-servei de L´Horta, parlant i parlant per a deixar clar que l'avantguardisme de la seua família a l'hora de retolar en perfecte català la botigueta del barri no era correspost per les idees del seu fill mitjà (era Lluís, pot ser Carlos..)

A fer la mà, vaig dir. Sense llevar-li l'ull a mon germà, vaig avançar graderia avall per al·lucinar amb el partit, que es va celebrar un dissabte per la nit, no? La llum, el públic, l'àrbitre, els insults, els crits, el vol d'avions fets de paper, onze tios de blanc corrent com a dimonis, el Barça… el futbol, collons!! I, finalment, goig, alegria, irracionalitat, abraçades… llàgrimes. Gol d'Idigoras, veritat?


Alfred Peck
Soci del València CF
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dilluns, 5 de gener del 2009

Mestalla, un Templo Sagrado de mi infancia

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Un 12 de Abril de 1981 vi por primera vez en Mestalla a mi Valencia, el Valencia que decoraba las paredes de mi habitación en un pueblo de la provincia de Zamora.

No recuerdo cuál fue el primer partido que vi por televisión, no me perdía los resúmenes de Estudio-Estadio y soñaba con jugar al lado de Kempes, Tendillo, Sempere, Saura, Castellanos...

Pero este primer partido en Mestalla: Valencia 1 (Gol de Darío Felman) - Atlético de Madrid 1 es uno de los recuerdos inolvidables de mi infancia.

Heredé de mi primo el uniforme blanco inmaculado de nuestro equipo, con un escudo que debía ser cosido (mi primo nunca lo cosió porque por aquel entonces él era merengón)

He vibrado, he llorado, he sufrido y he disfrutado con mi equipo durante todos estos años, especialmente entre 1999-2004 que coincidió con mi estancia en Madrid.
Qué sensación ver cómo mi equipo crecía hasta cotas insospechadas. Verles jugar dos Finales de la Champions, verles ganar dos Ligas y una UEFA y cómo no una Copa del Rey.

En todos estos tres jugadores han sido mis preferidos: El inigualable Kempes, que fue mi ídolo y lo sigue siendo, el Piojo López que contribuyó al comienzo del resurgir y Pablo Aimar que es mi debilidad y el motivo de que hoy en día , después de pasados dos años, aún siga triste por su venta (Creo que hasta que se retire de los campos de fútbol lo seguiré echando de menos en el Valencia C.F.)

En Mestalla pude ver el Valencia 1- Deportivo 0 Temporada 2001/02 que nos dejaba más cerca del Título de Liga.

Y ahora que vivo en esta ciudad desde hace 4 años, sigue recorriéndome un cosquilleo cada vez que accedo al legendario estadio de Mestalla, recuerdo aquella primera vez, aquella emoción que sentí, un domingo a las 5 de la tarde, un domingo de olor a puro, de banderita blanca con el escudo, de general de pie junto a una mujer que se desgañitaba en cada jugada, un domingo en un estadio que en la televisión llamaban Luis Casanova y en Valencia Mestalla, un domingo de hace 27 años pero que recuerdo como si fuera el domingo de hoy en el que también en Mestalla el Valencia ha ganado 3-2 al Betis.

No sé cómo me sentiré cuando entre por primera vez en el nuevo estadio, pero siempre recordaré esa tarde de domingo en la que descubrí que el estadio de mi equipo del alma era un Templo Sagrado al que siempre regreso cuando recuerdo mi infancia.


Jose Vicente Pascual Fuentes
Seguidor del Valencia CF (Zamora)
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