dissabte, 30 de gener del 2010

Xafant Mestalla. Sevilla FC: Pablo Blanco

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Recordar Mestalla significa recordar el futbol añejo, el futbol en blanco y negro.

Tengo en la memoria aquella grada de preferencia, repleta de sillas de enea y con los palcos cuadrados en la parte superior. Los vestuarios, iguales que los de ahora, aunque menos modernizados, lógicamente. El túnel de vestuarios, con la subida por las escaleras hacia el terreno de juego...

El Valencia CF es un club que guarda muchas similitudes con mi Sevilla FC. El Valencia, la ciudad, el clima, el olor a azahar y la mucha pasión de un público exigente y entendido que no le gusta las medias tintas, los partidos entre ambos equipos siempre han sido tensos. No hace mucho estuve en Valencia y la ciudad está preciosa.

Mi primer partido en Mestalla fue en la temporada 1971-72. El Valencia tenía un equipazo. Era el actual campeón de liga. Era el Valencia de los Claramunt, Sol, Vidagany... entrenados por otro fenómeno, D. Alfredo Di Stéfano. De aquel partido recuerdo que jugamos con una equipación que nunca más volvimos a utilizar, sólo en aquella ocasión. La camiseta era blanquirroja, con pantalón azul y medias rojas con la vuelta en blanco.

Precisamente esa temporada descendimos a segunda división y ya no regresé a ese estadio hasta la temporada 1975-76 y ya disputé todos los encuentros ligueros hasta la temporada 1982-83. De todos estos años recuerdo los marcajes a Marito Kempes, con el que llegué a tener buena amistad, alimentada más aún a raiz de la llegada de Daniel Bertoni al Sevilla FC justo después de que ganaran el mundial 78 con Argentina. Mario era un futbolista muy potente, se desmarcaba extraordinariamente y era dificilísimo de parar. En una ocasión, en uno de esos marcajes por todo el campo, llegó a decirme: "Qué pesado sos, obrero" y yo le decía: "aquí estoy, arquitecto". Aun con todo, me resultaba más "fácil" marcarlo a él que al típico delantero bajito, rápido y habilidoso, que me train todo el partido mareado, como Rubén Valdez, que tenía un dribling buenísimo.

Abelardo, Juan Sol, Manolo Botubot... muy buenos amigos míos, hechos con el paso del tiempo y a base de enfrentarnos.

Quiero agradecer la oportunidad que me habéis brindado para aportar mi granito de arena al homenaje que el viejo Mestalla merece.


Pablo Blanco
Futbolista del Sevilla FC
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dimecres, 27 de gener del 2010

El ruso valiente

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Post publicat originalment al blog de l'autor Un samaruc en la grada.

Ricardo Bochini, “El Bocha” representó el crepúsculo de un tipo de futbolista ya extinto. Un tipo que necesitaba correr muy poco para jugar al fútbol. Ese pelotero que pensaba que el que tenía que correr era el balón, no él. Futbolistas que, en la era del músculo, ya no existen. Los 19 años de su vida que regaló a Independiente demuestran que su perfil no era sólo futbolístico, sino también sentimental. Bochini fue el gran ídolo de Maradona y Diego, en uno de esos gestos que lo convierten en un buen tipo pese a sus frecuentes desbarres, presionó a Bilardo para que se lo llevara al Mundial de México que planeaba ganar. Cuando Bochini saltó a la cancha para disputar sus únicos siete minutos como mundialista contra Bélgica, Maradona lo saludó con un “Dibuje, maestro”.

A Bochini se le atribuye una frase legendaria que probablemente jamás pronunció y que define su filosofía del fútbol: “Correr es de cobardes”. Esa sentencia, que sublimó durante años Curro Romero en el arte del toreo, dibujaba una personalidad que privilegiaba la velocidad del desplazamiento del balón y el toque oportuno sobre la potencia física y la rapidez del futbolista. Bochini sólo corría, y mucho, cuando conducía el balón, pero era capaz de detenerse y, desde su reposo, enviar un pase imposible para dejar a un compañero solo ante el portero. Era, en el fondo, lo que más le gustaba: regalar antes que recibir regalos.

El Valencia tuvo su Bochini en un futbolista casi contemporáneo al genio argentino. Era compatriota suyo y llegó al Valencia, en plena resaca de la liga del 71, como oriundo, esa extraña fisura legal que permitía a futbolistas suramericanos jugar en España, cuando las fronteras para los extranjeros estaban cerradas, con el único requisito de acreditar que tenían algún pariente de segundo grado de nacionalidad española. A Adorno, por lo que parece, le inventaron un abuelo español que había nacido “en Celta de Vigo”, como reza la leyenda urbana, con pocos visos de veracidad, que atribuye a Adorno esas declaraciones sobre sus ancestros.

A Adorno lo llamaban en Argentina, donde brillaba en la oscuridad de un equipo hecho de cortacéspedes, el Racing de los Basile, Perfumo y Wolf, “El ruso” porque tenía un pelo algo rizado de un color extraño: ni rojo ni amarillo, ni blanco ni gris. Un color báltico. Ese apodo no cuajó en las gradas de Mestalla, al igual que le pasó al “Payasito” Aimar y al contrario que al “Piojo” López. Nadie llamó “ruso” a Adorno jamás desde la grada, quien sabe si por la maléfica influencia de un régimen en el que el olor a ruso podía acarrearte problemas legales. Adorno, además, era uno de esos tipos cuyo apellido hacía honor a una de sus características principales a la hora de jugar al fútbol. Decir Miguel Ángel Adorno es como decir Pepito Blanco, que al oír el nombre ya sabes que tiene que ser un tipo con pinta de Pepito Grillo y de raza blanca. Era Miguel Ángel porque trazaba sobre el campo con pluma fina el devenir del equipo y era Adorno porque, en su quehacer creativo, siempre se concedía licencias estéticas. ¿Para qué necesitábamos llamarlo “El ruso”?

Adorno, sin embargo, fue uno de esos futbolistas que gustaban sólo a los gourmets, pero que no alimentan al equipo. Un futbolista que, como Bochini, no corría, le cedía tan ingrata tarea al balón. Pero no era Bochini. Cuando Adorno cogía el balón era tan lento como cuando no lo tenía y eso, a los entrenadores, suele darles bastante pánico. Adorno servía para partidos en los que había que sacar el genio aunque perdieras a un obrero, pero no para aquellos en los que había que ponerse el cuchillo entre los dientes. Y, en sus tiempos, el Valencia tenía los dientes raídos de morder cuchillos. Se marchó al Alavés dejando unas pocas pinceladas de su arte, pero, para sorpresa general, fue repescado, dos temporadas después, a última hora para dirigir aquel equipo que estaba diseñado para conquistar la galaxia: el Valencia de los Kempes, Diarte, Rep o Carrete. Ramos Costa se había gastado lo que no tenía en músicos pero se le olvidó contratar a un director. A Heriberto Herrera se le ocurrió que Adorno podría servir y el argentino guió al equipo en uno de los mejores periodos del Valencia que he visto nunca. El que arrancó en la temporada 76-77 con tres victorias consecutivas y pintando un fútbol de exquisita calidad ante Celta, Elche y Espanyol. Adorno era el director de aquella orquesta que dejó de funcionar casi al mismo ritmo que los pulmones de su conductor. Cuando empezaron a pintar bastos, fue reemplazado por los gladiadores de turno.

Miguel Ángel Adorno fue un valiente, en el sentido que Bochini le dio al término en su frase apócrifa. Fue nuestro Bocha.


Paco Gisbert
Socio del Valencia CF
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divendres, 22 de gener del 2010

Un partido partido, una hazaña... una Liga

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27 de abril, tres jornadas para el final de la liga 2001/2002, el Valencia C.F. líder acechado por el Real Madrid. Mestalla una olla a presión dispuesta a celebrar una liga 31 años después, el trofeo se podía rozar con los dedos pero todavía no estaba en nuestras vitrinas… sólo un último esfuerzo más. El equipo fue recibido por miles de papelitos que volaban hacia el césped, en este tapete una gran “senyera” se desplegaba por jugadores de la Escuela a la salida de nuestros héroes. Una noche de gloria más y los treintañeros como yo viviríamos por primera vez el sueño de ser CAMPEONES DE LIGA.

Empieza el partido, hasta el aficionado más introvertido esa noche era una voz más al viento. Los jugadores sabían que la gloria estaba muy cerca y eso les metió un poco de miedo escénico en el cuerpo y el agarrotamiento se notaba en los primeros compases del envite. Ha pasado media hora y perdíamos 0 – 1, gol de Tamudo de penalti y nuestro Carboni, fruto de la tensión que se sentía, es expulsado por un codazo al capitán del equipo periquito. Así llegamos al descanso. Normalmente en partidos de horario nocturno el aficionado sacaba su “bocata” y reponía fuerzas para la segunda parte, pero esa noche era distinta, nadie se acordaba de ese manjar preparado en casa envuelto en papel de plata, no era momento de pensar en comer, ni siquiera de ir al tigre a evacuar, esa noche el periodo de descanso era un clamor. Mestalla no quería esperar más para conseguir una liga, 31 años eran suficientes. Estoy seguro que los jugadores desde el vestuario escuchaban el rugir de sus aficionados, el hambre y ambición de estos se introdujo en el alma de los jugadores valencianistas y empezaron a creer que el milagro podía ocurrir. Estoy seguro que Rafa Benítez no dio instrucción táctica alguna para remontar el encuentro, abogó al sentimiento, a la emoción, a la fe, AL VALENCIANISMO.

Los jugadores salieron al terreno de juego, podías contar las veces que quisieras y la cifra de jugadores blancos sobre el terreno de juego era siempre 10, uno menos, pero el VCF acorralaba a los españolistas. Y tanto fue el cántaro a la fuente que tras dos incursiones del Kily por la izquierda y sendos remates certeros del gran PIPO BARAJA se remontó y se dio el paso definitivo para la consecución de la QUINTA LIGA, jamás había abrazado a tanto desconocido. Besos, lágrimas, emoción a raudales fluían en la grada y en el césped. La liga matemáticamente no era nuestra, pero ya no había matemática que nos quitara el trofeo, todo el valencianismo se sabía campeón y así se confirmó a la semana siguiente en Málaga… pero esa es otra historia que contaremos en otra ocasión.


Juan Vte. Muñoz de Morales da Silva
Socio del Valencia CF
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divendres, 15 de gener del 2010

Banqueta visitant. Vila-real CF

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"Puerta grande"

He de confessar que no tinc la tradició futbolera d’alguns il·lustres col·laboradors d'esta pagina. No vaig estar al Mundial del 82, ni puc parlar de partits èpics com alguns companys d'altres equips han fet, ni tan sols el meu equip te un passat lluent (o coent, com vostès preferisquen), però poc m’importa.

Encara que respecte totalment la historia i mística dels equips, jo soc d'aquells que pensen que el present val mes que el passat (si, el Real Union i el Granada van ser molt grans en la seua època… però que els pregunten als seus seguidors si no se canviaven ara mateixa pel Villarreal).

Els meus records de Mestalla no son massa feliços. La meua experiència es redueix als partits de les primeres temporades en Primera del Villarreal, que encara en un equip tendret a Primera Divisió no varen aconseguir bons resultats. En aquells anys érem un equip molt simpàtic per a la gent de Mestalla, que ens veien com el germà menut que s esta fent gran i vol jugar ja amb els majors. Això, i pel fet de que la plantilla que teníem estave plena de cedits pel VCF o exvalencianistes (recordem als Albelda, Angulo, Molina, Serer, Robert…), va fer que sempre em sentire molt ben rebut. Per al record queden eixes paelles de germanor, fotos amb valencianistes… En aquells temps on el Villarreal acabava de arribar i el Valencia estave en màxim esplendor (principis de la dècada del 2000, els anys de les Lligues, UEFA, finals de Champions…), tot eren dies de vi i roses.

Recorde també especialment que em va impactar veure per fi en persona les bandes de música tocant a peu de camp, fent la volteta sencera i parant front als fons, i laterals per fer la interpretació del tema, mentre el aficionat amb el puret a la boca s’alçava i aplaudia emocionat. Per a u que no conega la idiosincràsia valenciana pot parèixer estrany, però poques coses hi han tan valencianes com les bandes de música.

Tot este bon ambient van anar desapareixent quan el Submarí va començar a créixer, i el València a no triomfar tant… i, ah amic! ahí ja no érem aquell equip simpàtic que venia a vore-les vindre i a comprar al Corte Inglés.

Un dels últims records que tinc en persona a Mestalla i de màxima rivalitat, amb els dos ben amunt, es pot ser una de les decepcions mes grans que he viscut com a seguidor del Villarreal. Estic parlant aquella semifinal de la UEFA (encara viurie en persona una decepció encara més grossa en un altra semifinal, però eixa es un altra historia) que amb un 0-0 al Madrigal ens donava certes esperances d arribar a la final. Mes res lluny de la veritat: el meu equip va jugar a res i tirà pràcticament la semifinal, perdent una oportunitat històrica.

Ara ja fa uns anys que visc fora d’Espanya i no he tingut ocasió de tornar a Mestalla, cosa que ha coincidit amb els millors resultats del Submarí (serà que soc gafe?). Avui en dia, afortunadament per a tots, i per a desgracia de alguns valencianistes, els derbis son uns super partits amb dos dels millors equips de Espanya (ara que cap llevantiniste ens llegeix… perquè això ni eren derbis ni eren res!!)

No serà tampoc enguany quan torne a Mestalla, però espere tindre la oportunitat de veure per fi en persona guanyar al meu equip a Mestalla…. O encara que sigue, per veure alguna banda municipal tocar de nou “Puerta Grande”


Diego Tena
Soci del Vila-Real CF
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dijous, 14 de gener del 2010

Xafant Mestalla. Àrbitres: Manuel Díaz Vega

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Mis recuerdos de Mestalla serán imborrables por el extraordinario ambiente futbolístico que su afición crea entorno al equipo; Es una presión excitante, sin fisuras, apasionada en defensa de los colores valencianistas. Los primeros recuerdo ya muy lejanos, se remontan al año 1986 en segunda división, se jugaba el Play-Off para ascender a primera división contra el Logroñés, recuerdo que el Entrenador era ni más ni menos que Don Alfredo Di Stéfano. Por supuesto que como siempre en el Estadio no cabía ni una persona más, era un ambiente único. Más tarde llegaría la ampliación de las gradas, y aunque rompía arquitectónicamente con aquella caja de resonancia que era el viejo Mestalla, seguía siendo atractivo.

He de reconocer que siempre tuve una gran admiración por la afición valencianista y sus dirigentes, he compartido con ellos muchas tardes de éxitos en Mestalla y fuera de Mestalla, y aunque en alguna ocasión las decisiones equivocadamente les haya perjudicado, siempre he vuelto a Mestalla con la ilusión de ir a uno de los lugares reservados para las grandes tardes de fútbol. Desde Don Arturo Tuzón, gran Presidente, hasta Espanyeta, símbolo valencianista durante muchos años, pasando por una legión de grandes jugadores como mi paisano Eloy, Giner, Roberto, Fernando, Cañizares, Mendieta, etc, etc, etc. Salvando los momentos puntuales que el fragor de la competición produce, la relación siempre ha sido excelente. Recuerdo lejos de Mestalla el gran partido de Sevilla en la final de la Copa de S.M el Rey frente al Atl. de Madrid, que el Valencia resultó campeón. Inolvidables serán muchas tardes noches de fútbol en Mestalla, frente a otros grandes clubes españoles, donde el ambiente y la presión, comulgaban conjuntamente para crear una excelente atmosfera.

Y no quisiera acabar sin mencionar la capilla que hay a la salida del vestuario arbitral y al Padre espiritual del Valencia CF. Son uno de mis grandes recuerdos de ese Estadio.

Mi gratitud para Mestalla, el Valencia y todos los valencianistas.


Manuel Díaz Vega
Árbitro internacional, Director Técnico del Comité Técnico de Árbitros de la RFEF
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dijous, 7 de gener del 2010

No hay nostalgia peor que añorar lo que nunca jamás sucedió

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Esta estrofa del rimador de Úbeda hace que me remonte quince años atrás para rememorar el desencadenamiento de una hostilidad sólo parcialmente correspondida por Mestalla.

Deportivo y Valencia, pongamos los términos de la animadversión en orden.

No obstante, el miércoles le vuelve a tocar a nuestro vetusto estadio acoger el entreacto de la tragedia deportivista. Un escenario que deparó sainetes y epopeyas para un secundario que nadie esperaba y logró acaparar la atención en las plateas.

Últimas funciones antes de que se eche el telón para siempre y, siguiendo con la canción; ya llovió, desde aquel chaparrón hasta hoy.

La memoria me retrotrae a la primera visualización del Deportivo de La Coruña desde mi prisma valencianista. Eliminatoria copera de la campaña 90-91, nos enfrentábamos a un equipo que llevaba alrededor de 20 años sin ascender a primera división. Gélido ambiente en la ida coruñesa, sólo atenuado por el humo de las bengalas encendidas en la que a posteriori sería bautizada como Curva Máxica. Lo más inolvidable del partido fue ver a Bossio golear. La vuelta se solventó con un cómodo 4-0, cuando Mestalla aún se llenaba para un encuentro de estas características.

En la temporada 91-92 fuimos los primeros testigos del retorno del Deportivo a primera división. Mestalla aplaudió como era costumbre por aquellos tiempos al recibir a los nuevos meritorios de la categoría de oro. A tanto llegó la hospitalidad que incluso se nos adelantaron en el marcador.

También serían ovacionados los gallegos en su visita de la 92-93, año I del Súper Dépor. Penev los liquidó con un hat-trick incontestable, sin las apreturas de la victoria de la campaña anterior, en la que el triunfo se fraguó in extremis, merced a un tortuoso gol del malogrado Rommel Fernández. En ese ejercicio los gallegos ya fueron terceros.

Y llegó el punto de inflexión de la temporada 93-94. La historia del fatal desenlace liguero para el hasta entonces modélico modesto ya es conocida por todos y no procede abundar mucho más en sus pormenores. Nada me habría disgustado más que ver a mi equipo dejándose perder. El Valencia cumplió con la máxima balompédica de competir y logró un meritorio empate. Los demás argumentos son fallidos remedios caseros para sobrellevar amargas resacas.

Debe de ser muy duro lanzar un penalti decisivo y no ver graderío detrás de la portería. Años después los coruñeses construyeron un fondo detrás de sus once metros malditos y consiguieron ganar una Liga. Pero ya no era aquel entrañable Súper Depor hecho de retales y descartes cohesionados, tan proclive a la doble militancia madridista, sino una pulida escuadra que practicaba de la mano de Irureta un fútbol táctico y perfeccionista de corte industrial.

La indigesta catarsis deportivista se produjo en la campaña 94-95 y durante aquella jornada peseteros fue lo más suave que escuchamos los valencianistas en Riazor. Aquel exorcismo que proyectaron sobre nuestro club no fue más que una secuela de su peor pesadilla, toda una pena máxima.

Pero los valencianos somos muy dados al acto de desagravio colectivo y Mestalla también gozó del derecho a la réplica y en la segunda vuelta se desplegó en el graderío, con nuestros habituales excesos y esa indignación tan propia de El Cabinista provinciano, un arsenal de pancartas ofensivas y el tumulto característico de nuestras grandes concentraciones populares.

Se pudieron leer ese día sobre las telas lemas de todo tipo. Predominaron los más simples y contundentes (Lendoiro, no ligas ni de penalti * Nosotros no fallamos el penalti, burros! * Depor, ploreu, ni Copa ni Lliga tindreu * Menos fuerza para vivir y más fuerza para tirar penaltis (en referencia al libro evangelizador de Donato) * El fútbol es así * Superdepor = 0 Ligas * Liga: Hasta luego Lucas * Si Dios quiere el Valencia C.F. os joderá la Copa igual que la Liga 93-94 * No ofende quien quiere sino quien puede), pero también los hubo de tintes identitarios (Si la Liga queréis ganar los cojones que os faltan los valencianos os los podemos dejar * Gallegos, los valencianos no nos vendemos, vencemos * Gallegos atuneros), con cita célebre incorporada (Llorar (sic) como mujeres lo que no ganásteis como hombres), recuperadores de la memoria histórica (14-5-80 Pereira. 14-5-94 González) y hasta alguno optó por ahorrar en medios de producción y sacar el poeta que llevaba dentro aludiendo al “Deporculo” o al “Narcodepor”.

Si Hegel tuviera razón, con la final copera que nos ganaron los gallegos en 1995 esta rivalidad hubiera alcanzado su cenit y a partir de ahí una evolución. Pero no es menos cierto que para progresar es imprescindible soltar lastre. El posterior toma y daca entre Deportivo de La Coruña y Valencia C.F. ha deparado momentos duros y gloriosos para ambos conjuntos, pero a la vista está que nosotros hemos sabido metabolizar mejor los malos tragos. Cada visita a Riazor nos recuerda que hubo un día en el que amarramos con fuerte maroma nuestro recuerdo justo al lado del oxidado casco del Mar Egeo. Un inmenso rencor atenazó al deportivismo, viscoso chapapote moral que emponzoña su futuro.

En la virtud de trascender los resultados deportivos reside la fortaleza de un club.

Y en eso pocos pueden ganarnos, nuestra memoria es testigo.

De nuevo bronco y copero.

A por ellos, amunt Valéncia!


Simón Alegre
Socio del Valencia CF
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