dimecres, 18 de gener del 2012

El 10 de Kempes

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Artícle publicat originalment al blog dedicat a la UD Salamanca Desde mi grada vieja.

Nunca tuve un físico y unas cualidades suficientes para soñar en ganarme la vida jugando al fútbol, por lo que nunca aspiré, ni mucho menos, a poder compartir espacios y sensaciones futbolísticas cercanas, con cualquiera de aquellos jugadores que vi jugar y seguí cada fin de semana en radio, TV o campo de juego, o con otros muchos que cuando yo nací ya se habían retirado o estaban pensando en hacerlo.

Pero fue hace ya algunos años, recién llegado a la capital del Turia, y en una de aquellas soleadas tardes de finales del otoño valenciano; cuando después de bajar del 71 en la Avenida de Blasco Ibáñez con mi carpeta bajo el brazo camino de las clases del doctorado, me ocurrió algo inesperado, que aún recuerdo.

Reconozco que aunque enamorado de la Unión, del fútbol y de su historia en general, nunca fui especialmente mitómano; pero cruzarme aquella tarde, allí, con todo un Mario Alberto Kempes, a 300 metros del todopoderoso Mestalla que podía otear a mi espalda con el rabillo del ojo desde aquella parada de autobús; supuso algo emocionante.

Siempre dudas al principio, ¿es?, ¿no es?...pero sí era.

Desgraciadamente, nunca pude verlo jugar en directo, pero las imágenes volaron en mi cabeza desde que lo divisé varios metros por delante de mí acercándose; hasta que lo perdí de vista a mi espalda…pasaron sólo unos cuantos segundos, segundos, que hoy recuerdo en este blog como aquellos, pocos, que pasé al lado de Mario Alberto Kempes.

Por un momento, durante aquel fugaz encuentro, me imaginé en la piel de otros que sí estuvieron cerca de Kempes y en las sensaciones que ellos sí vivieron sobre un terreno de juego tan lejanas para el aficionado común…y pensé que Jongbloed, Haan y Krol estuvieron así de cerca de él, en la final del 78; cuando se lanzaron a sus pies en el Monumental y no pudieron pararle; o en lo cerca que estuvieron Del Bosque, Benito, Isidro o San José; que no consiguieron evitar sus goles en la mítica final de Copa del 79… también pensé que era ese mismo hombre el que corrió alrededor de la portería con los brazos abiertos, ante 100.000, envuelto en papeles recortados para celebrar el segundo gol en la prórroga de su mundial, perseguido por una nube blanquiceleste de jugadores, y también pensé en Pat Jennings que lo tuvo a esa misma distancia después de detenerle aquel penalty en la final de la Recopa del 80…o en los 116 goles que anotó en primera división con el Valencia CF, o en que fue pichichi 2 veces…sí, era ese mismo hombre que pasaba a mi lado.

Y recordé que “el matador” también anotó un gol en el Helmántico y que se convirtió en nuestra bestia negra particular anotando 6 goles en los 6 partidos en que nos enfrentamos a él en el estadio de la avenida de Suecia…; y aunque de chico me enseñaron que no es de buena educación girarse a mirar en plena calle, no pude evitar darme la vuelta a su paso y quedarme parado siguiéndole con la mirada mientras se alejaba calle abajo, y me vino a la memoria aquella imagen que había visto días atrás en la tienda oficial del Valencia CF, en la calle Pintor Sorolla, mientras ojeaba curioso el libro del 90 aniversario del equipo che, y pensé en Bustillo, y en su mirada en aquella fotografía en la que seguía con sus ojos la celebración de Mario Kempes tras aquel gol que le marcó a la Unión en los 70; la misma mirada que yo fijé en la espalda del mito argentino aquella tarde, al girarme, imaginando que aquel hombre, igual que en la foto, levantaría los brazos camino de las verjas del fondo de Mestalla y que en su espalda aparecería un 10, el mismo 10, de aquellos que iban cosidos, que vio Bustillo aquella noche en el estadio mientras Kempes se alejaba acercándose a su público con los brazos arriba y el mismo que imaginé ver yo, vestido de corto junto a los jugadores de la UDS de la imagen, con la camiseta roja y el escudo de la Unión cosido al pecho, de pie, absorto, en las proximidades del añejo Mestalla que rugió en mi mente por el gol de Kempes, en el silencio de aquella tarde de hace ya unos años y que por unos segundos me hizo sentir parte de la leyenda, que fue compartir un instante de mi vida con un inmortal del fútbol mundial.

Mario Alberto Kempes Chiodi (Bell Ville - Argentina 1954), jugó en el Valencia CF entre 1976 y 1981, y entre 1982 y 1984 (7 temporadas) y aunque se le relaciona clásicamente con el 10, dorsal que heredó Maradona posteriormente en la selección argentina; en sus inicios en el club valenciano vistió el 9 habitualmente.

En Mestalla se enfrentó a la UD Salamanca en seis ocasiones, anotando seis goles:
76-77 VALENCIA – UDS 0-0
77-78 VALENCIA – UDS 3-1 Valdés y Kempes (2) 1 (p)
78-79 VALENCIA – UDS 0-0
79-80 VALENCIA – UDS 2-2 Kempes y Bonhof
80-81 VALENCIA – UDS 3-0 Saura y Kempes (2) 1 (p)
82-83 VALENCIA – UDS 4-1 Kempes, Solsona, Idígoras y Roberto


Angel Martín Fuentes
Socio de la UD Salamanca
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diumenge, 8 de gener del 2012

De la posesión de Mestalla

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Hui tornem a publicar este article del nostre amic i col·laborador Miquel Nadal com a mostra d'afecte cap a ell i la seua família.

Al contrario de lo que les sucedía a otros niños, uno de los principales atractivos del Valencia y Mestalla es que yo podía agregar posesivos en cada una de mis afirmaciones. El Valencia era “mi” Valencia. El Valencia era “nuestro” Valencia. De alguna forma, Mestalla me pertenecía. Y los niños del Madrid y del Barcelona no podían decir lo mismo, de una forma tan preciada como la mía. Desde la distancia, claro está. Desde la lejanía de la carencia del pase Mestalla era algo mío: un terreno de juego intuido y deseado. En aquel tiempo infantil “cruzar” el río me parecía una peripecia. Atravesar el puente de Peris y Valero y pasar a la Avenida de Primado Reig un trayecto con el que llegaba a otra ciudad diferente, con otras fachadas y letreros.

En aquel momento de las definiciones y los cromos vivíamos más allá de Tránsitos, en la calle Plus Ultra, perpendicular a la Carrera de San Luis y paralela a la calle Porvenir. El autor del nomenclátor debía ser un cínico. Calles sin asfaltar. Acequias. La huerta cercana. Solares y maleza. Todo un mundo de talleres menestrales, bodegas, tiendas de ultramarinos y bares como El Parral o Casa Toribio. Una toponimia de periferia, de casas de campo, sendas y acequias: Casa Tronaes, la Barraca de Maldeventre, la casa del Pedrapiquer, la de Voro el Xurro. La onomástica del mundo que me rodeaba: los Alabau, Arce, Gimeno, Puchades o Mocholí. No sabíamos que cada nuevo paso en el estudio nos alejaba de aquel espacio.

Con el nacimiento de mis hermanos nos cambiamos a la Carrera de San Luis, a escasos trescientos metros, al lado del Cine Lido y mucho más cerca del Colegio de los Salesianos en el que jugaba el Don Bosco. En el fondo fue un cambio entre distintas modalidades de la estrechez inmobiliaria. Pisos pequeños, tabiques que parecían amplificar los ruidos, habitaciones compartidas y literas. El campo de fútbol del Don Bosco, de tierra claro está, acogía durante los recreos casi una docena de partidos simultáneos. Asociaba esa estrechez futbolística y vital con la casa de mi abuela que era, todavía, una casa con corral, geranios, murcianas y una tortuga. Dos casas más allá vivía una familia con el apodo “els dels carros”. El señor Enrique era carretero y tenía cuadra con caballos. Aficionado al vino, llevaba faja y alpargatas y cuando se achispaba cantaba la misa en latín porque había estudiado en el Patronato de la Juventud Obrera y en el Seminario. Era del UDELAGE. Del Gimnástico. Tres casas más allá había una planta baja en la que se guardaba el material de las funciones y revistas del teatro Ruzafa. En la calle Bernia vivía mi tío Gasolina, trabajador de la CAMPSA, del Levante F.C. del Camino Hondo del Grao y lector de El Caso. Yo elegí Mestalla.

En aquel tiempo, en el año 1972, mi padre me llevó a Mestalla. Y Mestalla ya fue para siempre el lugar amplio, verde, sin tabiques ni estrechez en el que circulaba el aire, el espacio en el que yo podía elegir los detalles necesarios para tatuar un posesivo y poder hablar de mi Valencia, de mi Mestalla, el Mestalla de Warons y Danone, el Mestalla del barrio de General Pando, el de la calle Pintor Ricardo Verde. El Mestalla de mi primer pase infantil en 1974 y de la muerte de Vicente Peris. Después vinieron más de tres décadas. Con mi Mestalla y mi Valencia. Aprendí la cercanía de Algirós y la Gran Pista de la Exposición. Montes y Cubells. Fechas, datos y temporadas. Pero también las acciones que han herido de muerte mis posesivos. Mis últimas tardes en Mestalla.


Miquel Nadal
Socio del Valencia CF
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