dimarts, 29 de juliol del 2014

FC Porto’s Blues (Un valencianista en el Campo del Dragón)

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Hace algunos años, en este mismo blog, escribí una crítica dura sobre el Mestalla Forever Tour. Afortunadamente, aquello ya es historia. El club supo reaccionar a tiempo y darle valor y contenido a una vía de ingresos atípicos, pero que son norma en todos los recintos deportivos del mundo. Sé que la actual experiencia del tour de Mestalla es sobresaliente y que la gente que ha acudido en los últimos tiempos sale gratamente satisfecha y con cierto orgullo y emoción al contemplar tanta historia impregnando las vetustas instalaciones de Mestalla.

Sirva esta breve introducción para enmarcar lo que viene a continuación, que no es otra cosa que mi experiencia de primera mano, de no hace aún ni una semana en la visita al campo y recién inaugurado museo del F. C. Porto (Oporto, será que lo del vino nos tira más, para los amigos futboleros).

El metro de Oporto te deja en las mismísimas puertas del estadio, en esto no les vamos a la zaga, la estación de Beniferri, que espero FGV acabe renombrando como Estació de Mestalla, también nos deja delante del esqueleto de nuestro futuro estadio, empate a uno, pues. La entrada al estadio se hace por una puerta grande que enfrenta a la tienda, una cafetería y las taquillas donde comprar las entradas para ver el estadio o para ver el estadio y el Museo. Estadio solo: 8 euros, Museo solo: 12 euros, Estadio y Museo: 15 euros. Optamos por la segunda (mi sufrida esposa me acompañó, ¡hagámosle la ola!), todo bien. Los precios son disuasorios, por solo 3 euros vemos algo que valoran en 8 euros, así que la sensación de “pelotazo” es más que satisfactoria. Pero ¡ojo! Aquí se acaban las alegrías. Ofertaban la visita al estadio en portugués e inglés. La visita empezaba a las 16 horas, hasta aquí ningún problema, pero ¡ay! que para acceder a un aparcamiento (una aparcamiento que circunda las entrañas del estadio) desde el que se inicia la visita, un lugar feo de cojones, por mucho estadio 5 estrellas que sea, se debe subir en un ascensor de 10 en 10 personas, dado que éramos unas 60 en el tour, la visita arrancó en el aparcamiento casi a las 16:15, debiendo esperar allí coche va, coche viene, a que todos subieran el piso (un solo piso, sí, pero a velocidad da caracol) en el que estaba el aparcamiento. Una simpática empleada “falaba portugues” y su compañero, no hacía nada, solo miraba. La empleada preguntó que cuantos hacían el tour en inglés, 4 manos se levantaron, para mi sorpresa, dos de ellas eran de unos españoles catalanes que al parecer preferían escuchar la explicación en inglés que en portugués. Nada que objetar, salvo que a partir de aquí la visita fue lamentable. En cada punto de explicación: un mural conmemorativo de la inauguración, el palco VIP, la grada presidencial, el rincón de homenaje a los nombres ilustres, la sala de prensa y el vestuario visitante, la explicación se escuchaba a duras penas (la empelada era menudita, no una soprano a lo Caballé), pero tras la pertinente letanía en portugués, 56 personas esperaban a que los 4 anglófonos recibieran su explicación. Pocas preguntas del respetable y nula respuesta de la empleada. Francamente, una visita que de no ser por la diferencia en el precio, no le recomiendo a nadie. En esto, el nuevo Mestalla Tour le da mil vueltas, con audio-guías en diferentes idiomas y un sistema mucho más moderno e intuitivo, aparte de que los recintos que nos mostraron, más allá de ser muy nuevos, no ofrecían atractivo alguno. Gol por la escuadra de los nuestros. Pasemos a lo serio.

El Museo del Oporto es una maravilla. Enorme, grandioso, con elementos interactivos y un discurso sencillo e inteligible que te lleva desde los orígenes a los éxitos logrados, a los grandes jugadores y, por último, al impacto social y mediático de una entidad más que centenaria en los medios de comunicación. Me pareció especialmente brillante la gran sala donde además de las decenas de trofeos conseguidos aparecían 7 paneles compuestos por video, y una vitrina conmemorativa de cada título europeo conseguido. Es verdad que ellos cuentan con una Copa de Europa y una Champions League, pero el Valencia C. F. podría crear algo igual de enorme y fantástico que lanzara a los cuatro vientos la idea de que una vez fuimos los mejores. Aquí marcan un gol claro y nos empatan, o quizá nos sacan un poquito de ventajas y nos ganarían por penalties, pero que quede claro: si queremos, podemos. ¡Vaya que si podemos! Lo tenemos todo: la historia, los jugadores, las hazañas y solo nos falta convertir la determinación en realidad, sin interferencias, desde lo más hondo de este sentimiento irracional que nos gobierna y alimenta.


Francisco García
Socio del Valencia CF 
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dissabte, 19 de juliol del 2014

Epíleg del llibre "Últimes vesprades a Mestalla", per Mario Alberto Kempes

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Amb el text amb el que Mario Alberto Kempes va participar en el nostre llibre a benefici d'Elvira Roda, "la chica burbuja", concluim, el dia que el nostre blog fa 6 anys, el nostre homenatge a la seua figura. #weekKempes 
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Me piden los amigos de “Últimes vesprades a Mestalla” unas líneas como epílogo del libro que van a publicar a beneficio de Elvira Roda. Lógicamente no podía negarme a colaborar con este proyecto.
Quieren que les hable de mis vivencias y sentimientos en relación al Valencia CF. Si vuelvo la vista atrás, lo primero que me viene a la cabeza fue mi fichaje. Poder jugar en Europa y en un club como el Valencia CF, para mí fue algo fenomenal, era una oportunidad que no podía dejar escapar.

Personalmente, he de decir que llegué con grandes expectativas, aún sabiendo que allí nadie, excepto Pasieguito, me conocía. Mi primer partido jugado contra el equipo del CSKA de Moscú, pese a ser el inicio de algo muy lindo, no me pudo ir peor. No la toque. En mi segundo partido, oí los primeros murmullos en las gradas. Afortunadamente en el primer partido de liga contra el Celta de Vigo, salió el Sol. Marque los dos goles de nuestro triunfo, mis primeros goles con la camiseta valencianista.

A partir de ese momento mi relación con la grada de Mestalla fue muy buena, con sus altos y sus bajos, pero siempre creo que mantuvimos una buena relación.

Al recordar Mestalla, me viene la imagen del entusiasmo y la alegría de la afición. Era espectacular ver la cancha llenarse como un enjambre pocos minutos antes del inicio de los partidos. Aún puedo oír las gradas coreando mi nombre y no puedo sino agradecer su apoyo y al mismo tiempo tener un recuerdo para todos mis compañeros, no podemos olvidar que el fútbol es un juego de equipo en el que todos somos necesarios, aunque a veces alguien sienta más el calor de la hinchada.

Ahora, pasados los años, pienso que tal vez ganamos poco, Copa del Rey, Recopa y Supercopa de Europa, quizás son pocos títulos para un equipo como el que teníamos, éramos un equipo copero. Quizás nos faltó ambición para pelear por la liga, un incentivo emocional para tirar adelante. Parecía que con ganar al Madrid y al Barcelona la afición y el plantel ya tenía bastante. Aunque también es cierto que en esos años los campeonatos eran más reñidos que en la actualidad, pues a estos dos equipos había que añadir al Atlético de Madrid y a los dos equipos vascos, el Athletic y la Real Sociedad en la lucha por los títulos y por la clasificación para jugar en Europa.

Tampoco puedo olvidar mi partido homenaje, mi despedida como jugador de Mestalla, esa noche fue la última vez que me vestí de corto con la camiseta del Valencia y me despedí marcando tres goles al PSV holandés.

Desde ese día he vuelto en varias ocasiones a Mestalla, pero ninguna ha sido tan especial como la del pasado día 3 de diciembre. No me esperaba tal recibimiento, fue una sensación diferente, sentía que volvía a casa. Para mi Mestalla, no es mi primera ni mi última casa, sencillamente es mi casa.


Mario Alberto Kempes 
Futbolista del Valencia CF 
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divendres, 18 de juliol del 2014

Una pierna vendada y una sonrisa

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He de reconocer que de muy pequeñito mi corazón futbolero buscaba el latido correcto. Mi padre me hizo socio del Valencia C.F. (ni SAD ni leches) en el verano del 71 y ahí en este glorioso año del nacimiento de Unai Emery (sic) comienzan mis recuerdos de valencianista. Pero he aquí que uno de pequeño se mueve más por referencias que por pasión y, coincidiendo que a un amigo de casa le dio por llevarme de excursión (que lo era) los domingos a ver al Levante, fue como conocí a Carlos Caszely y comencé una pequeña etapa de promiscuidad alternando esposa y amante. En aquellos primeros años yo era muy de Keita y Claramunt, pero nada comparable a lo que me transmitía “el Gerente”…

Entonces llegó 1976, y mientras unos corrían por escapar de las porras de los grises en las manifestaciones mientras creaban un mundo nuevo yo, aún ajeno a todo aquello, lo hice para agarrarme a una camiseta blanca que desde entonces no he vuelto a soltar. Pasieguito cruzó el charco con un chico flaco y melenudo del brazo: Mario Alberto Kempes había llegado a Valencia y con él el primer y único episodio de mitomanía futbolera de mi vida.

No voy a hablar de Kempes como futbolista. El que tuvo la ocasión de disfrutarlo todavía tendrá viva y fresca la memoria y pensaría que me quedo corto; los que no lo vivieron, dirían que soy un exagerado. Lo único que puedo decir es que fue un adelantado a su tiempo, y que difícilmente volveremos a ver un jugador como él luciendo nuestro escudo. Kempes era moderno en el fútbol de los 70’s y seguiría siéndolo en el del S.XXI.

Kempes me hizo valencianista de por vida. Su recuerdo me traslada a pañuelos blancos en el Luis Casanova domingo sí y domingo también, a celebraciones de goles corriendo con los brazos arriba (sin payasadas, como si fuese el último de su carrera), a murmullos cuando nos pitaban una falta a favor, a mi primera senyera, a mis primeros títulos,  a nuestra primera televisión en color para verle ganar el Mundial del 78, a mi tío recorriendo España para satisfacer a su ahijado empeñado en tener el primer balón Adidas Tango, a mis botas Puma negras con su nombre impreso (bonitas y sin garruladas, como han sido las botas toda la vida), a las fotos de mi carpeta de apuntes del colegio… Pero también me recuerda a una afición injusta, a una salida indecente, a un borrón de nuestra historia aún sin purgar.

Debería ser en 1978 o 1979 cuando un profesor del colegio nos pidió un trabajo de fin de curso. A un par de compañeros y a mi se nos ocurrió que sería una buena idea hacerle una entrevista al ídolo de la ciudad. Por tanto, buscamos su número en la guía telefónica (igualito que ahora), le llamamos y nos invitó una tarde de sábado a su casa del Paseo Valencia al Mar a merendar. Cuando me llegó el turno de preguntar me quedé absolutamente en blanco y, tras unos segundos sólo se me ocurrió decirle: “¿Usas calzoncillos?”. A Mario (así nos dijo que le llamásemos) le entró la risa y contestó con un rotundo “No, voy más cómodo al natural”. Ni que decir tiene que a los Padres Escolapios no les gustó esa parte de la entrevista y nos la censuraron, pero a mí sí me sirvió para ser gallo de corral por unos días.

Pasaron los años y me volví a encontrar con él en una pista de fútbol-sala. Finales del 84 o principios del 85, no recuerdo bien. Kempes había fichado por Autocares Luz, yo jugaba de portero en el “B” de Distrito 10 y jugamos un partidillo de entrenamiento entre semana. Jugué pocos minutos. Bien entrada la noche me llevaron a casa con la pierna totalmente vendada. Mi madre puso el grito en el cielo, mi padre sonreía feliz porque sabía que yo lo era; su hijo (o mejor dicho, la rodilla de su hijo) le había parado un penalti al Matador…

Un par de días después me llegó a casa una camiseta de la selección argentina 1978 firmada por él como si estuviera dando disculpas por haberme lesionado… No hace falta que diga que aún la conservo como un tesoro.


Santi Fernández
socio 993 del Valencia CF 
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dijous, 17 de juliol del 2014

Y los viejos se volvieron locos

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Como a muchos niños, antes y ahora, escuchar la palabra ‘Kempes’ transportaba siempre a la misma escena, a una imagen a color, quemada, con el jugador rodeado de papelitos y holandeses. Sabíamos que existía, pero no del porqué existía. Valencia nunca ha hecho pedagogía de sus mitos dejando que se diluya todo hasta permitir arraigar una creencia de que no somos nada cuando lo tenemos todo para ser algo. El primer y único contacto con aquella melena de caminares peculiares llegó una fría mañana de sábado, tiempos en que todavía no le llegaba a la cintura a un adulto, en un invierno de un año ya no recordado. Habían más viejos de lo normal, todos hablaban del mismo tipo pero nosotros apenas teníamos idea de quién era. “Un exjugador del VCF, uno muy bueno” se escuchaba de vez en cuando. Su legado había quedado reducido a aquella frase.

Cualquiera que haya visto caminar a Kempes sabe cómo lo hace, es un caminar indescriptible, es su caminar, el que deben tener los cracks. Con aquella danza de saltitos divertidos y meneos laterales apareció al final del camino. Era el Puig, La Cartuja — aunque creo que desde entonces ha tenido mil nombres distintos–, y El Matador estaba allí entrenando a un grupo de chavales que siempre envidiaremos todos. Fue entonces cuando aquella masa de cabezas de familia a la que se les suponía gente seria enloqueció al divisarlo en la lejanía. Puede que a alguno hasta se le cayeran las bragas de tanta efusividad. Lucía fino, como si todavía campara por Europa reventando redes, atemorizando rivales y poniendo en pie estadios. Llevaba un chubasquero que le cubría hasta medio muslo, dejando apenas a la vista los pantalones cortos que enfundaba. Invierno, a las 9 horas de una mañana con niebla, todos tapados hasta las orejas, y él, iba de verano. Acompañaba con un saco repleto de balones colgado al hombro y sus medias caídas a la altura del tobillo. Kempes style. Entre la estridencia de unos adultos con la cara desencajada, dedicándole gritos y aplausos que iban formando vergüenzas ajenas sobre las cabezas de sus retoños, el jugador, sin levantar su mirada del suelo, apenas dedicó un imperceptible “buenos días señores”. Mi único contacto con El Matador duró lo que tarda un tipo en pasar por delante tuyo.

En aquel madrugón entendí que la figura debió de ser importante, por primera vez ‘los padres’ dejaron de atosigar a sus hijos mientras jugaban un partido de fútbol, pasándose el encuentro pendientes de lo que hacía Kempes. Si tocaba un balón que salía del campo o si se levantaba a gritar alguna instrucción, hiciera lo que hiciera, era como ver a unas believers de cuarenta tacos reaccionar ante el ídolo de una edad perdida.

Intentar acercarse a la figura del argentino siempre fue imposible. Apenas existe una biografía que ya no se encuentra en las librerías, casi nadie, o muy pocos, tienen acceso a hemerotecas y Valencia nunca fue de traspasar legados ni por tradición oral ni por escrita. Somos tan así que le montamos un homenaje y acudimos para vitorear a Romario haciendo de Kempes un invitado de piedra en su propia fiesta. Fue el último desprecio al tipo que puso al VCF en el mapa, que copó en infinidad de oportunidades portadas de revistas como France Football, Onze o World Soccer; medios como L’Équipe, El Gráfico o el Times enviaban reporteros a Valencia para entrevistarle. Hasta en la prensa japonesa llegó a ser primera plana en una época en la que la información apenas fluía. Kempes ni siquiera es el jugador que más partidos ha jugado con esta camiseta, ni el que más goles anotó, ni el que más títulos conquistó, pero sí es el jugador más influyente, mediático e icónico que jamás chafó Mestalla. Y también el de más calidad. Su figura posee la fuerza de haber convertido una zamarra en suya, ‘la senyera de Kempes’ es de Kempes aunque se inventara en 1956 y se insitucionalizara años antes de su llegada. Es el símbolo del símbolo.

Quizá su escaso reconocimiento actual como una de las figuras históricas del balompié venga por ser un tipo de frontera. Cuando entró en la edad de mutar hacia el mito apareció Maradona y se lo llevó por delante al tiempo que a su club le entraron las negruras del abismo, negruras que costaron más de una década desterrar y que han vuelto amenazando con un largo y nuclear invierno. Tampoco ayudó que en tiempos los balones de oro sólo los pudieran ganar los nacidos en Europa, porque de no ser así hubiera conseguido un par y con ellos una mayor reputación.

Cuesta entender por qué Kempes no trasciende más allá del campo. Cuando paseaba por el Poptown hamburgués visionando murales de Kevin Keegan, de Happel y la orejona, por el portuario barrio de St.Pauli con sus jugadores de bigote y greñas estampados en los muros ajados por la humedad, por esa fría Copenhague convertida en escapada dominguera de barrios decorados con leones blancos o cuando recuerdo al Maradona que preside el callejero de Nápoles, la Roma urbana de Totti o la Amsterdam underground, hecho en falta algo así en Valencia. Una ciudad, como todas las de la península, que no permite al extraño descubrir que es una ciudad de fútbol porque ha decidido renegar del fútbol.

Lo reúne todo para ser un referente de la cultura urbana autóctona, y aún así, Mario Alberto no tiene literatura, ni relato, sólo un par de canciones cada año más viejas y un legado que se va difuminando al ritmo que le salen canas a esa generación que tuvo el privilegio de haberlo vivido. Por eso sigue siendo un tipo atrapado entre papelitos y holandeses, nada hubo antes y nada después, sólo papelitos y holandeses. Se ha convertido en un cliché porque El Matador se nos está olvidando, y para recuperarlo sería este, ninguno mejor que este, buen momento de pintar Valencia de melenas, de escribirle y cantarle para acabar con la lejanía de una figura, que el propio club con su esquizofrenia crónica, ha ido orillando.

Tiempo atrás intenté conocer al personaje a través de aquellos que lo habían vivido creando “Els xiquets del matador” donde encontré muchos síes, y más anécdotas que ayudaron a descubrir al mito que se escondía tras los papelitos y el 78, pero me topé todavía con más noes. Algo lógico teniendo en cuenta el medio y la intrascendencia del mismo, pero suficiente fue para entender que había material para ir mucho más allá si se contaba con los recursos suficientes. Con ello supe que la figura llevó al club hasta Noruega, hasta rincones perdidos de la remota Rusia comunista, a islas como Cuba donde gobernaron políticas anti-fútbol y a infinidad de recónditos e inimaginables lugares. Esa fue la fuerza de arrastre que poseía un crack que hoy rompería la barrera de los 100 millones.

Pero falta voluntad, y eso es faltar demasiado. El primer paso hacia esa reparación sería conveniente que lo diera la institución, asociando la marca VCF a la de Kempes, haciendo de su melena en retirada un activo, de su figura un serio agente en la representación social del club, porque el futbolista despierta algo que pocas personalidades de la historia consiguen despertar, y es interés, admiración y respeto intergeneracional. Con el 10 pasa que tanto los que le vieron como los que escucharon a los que le vieron acaban por adorarle del mismo modo que aquellos cuarentones desencajados chafando un campo de tierra un sábado de matinal de hace ya taitantos años.

Esa construcción hacia una cultura de club tiene que partir de su figura como primera conquista de espacios perdidos. Recuperar ese anglicanismo que rezumaba la institución en tiempos de Colina y que se ha ido olvidando hasta llevarnos a la perdición pasa por resucitar un pasado, ni siquiera el más glorioso, pero sí el más idealizado, para solventar los dolores de alma que achacan al anciano y maltrecho Valencia. No dejemos que mentar al Matador sea sinónimo de televisor a tecnicolor, porque también fue senyeras, Bruselas, melenas, y japoneses. Solo Kempes consigue que los viejos se vuelvan locos y que los jóvenes le sigan admirando aunque apenas sepan de él que bailó entre papelitos a unos holandeses. Olvidarse de todo ello es olvidarse de nuestra propia identidad, es perderlo todo para no quedar ya nada.


Josep Lizondo (@Desmemoriats)
Socio del Valencia CF 
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dimecres, 16 de juliol del 2014

Al voltant de la figura de Kempes

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Article publicat a The Barraca, el blog de Desmemoriats, per a commemorar el 36é aniversari del fitxatge de Kempes pel València CF (com a redempció per haver-se'ns passat a tots el 35é): Tota la sèrie d'articles la pots llegir fent click ací. 
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Tots els qui hem tingut la sort de vore jugar Mario Alberto Kempes en el València compartim una sèrie de vivències més o menys de manera general, com per exemple la sistemàtica amenaça que llançava la grada de Mestalla al porter rival cada volta que s’assenyalava una falta en les immediacions de l’àrea en forma de KEEEEEMPEES, KEEEEMPEEEES.... En el meu cas, dos són els records més personals que tinc del pas de Mario Alberto Kempes pel nostre club.

Un és la visió del Matador liderant l’albiceleste cap a la consecució de la Copa del Món de la FIFA del 78: si no havia entés malament això del Mundial, resultava que el millor jugador i el que més gols marcava de la millor selecció del món... era el davanter del València! Això provocava en mi, amb set anys, una estranya sensació, mescla d’orgull, d'incredulitat ;i de perplexitat. Però així era: la televisió mostrava a tot el món el nostre Matador corrent sense control baix una pluja de paperets davant l’entusiasme cec d’una Argentina que, al mateix temps, vivia una de les pàgines més sinistres de la seua història.

L’altre forma part de les típiques maniobres d’un germà major davant els seus germans menuts. Quan la nostra mare va cosir l’escut del València en dos camisetes blanques, als dos germans majors ens tocava triar quin número volíem entre el 9 de Diarte o el 10 de Kempes. Jo, enlluernat pel record d’alguna actuació recent i pel contundent malnom de “Lobo” que acompanyava el bon davanter paraguaià, després de pegar-li moltes voltes vaig decidir que preferia el 9, i me les vaig compondre per a que el meu germà triara per iniciativa pròpia el 10, fins i tot fent passar per un gest de generositat fraternal l’acte de deixar-li el número de la gran estrela del nostre equip.

Eixa elecció ens acompanyaria posteriorment en no pocs moments de jocs, i és possiblement la primera volta que vaig tindre la sensació amarga que, de vegades, disposar de l’ocasió de triar no significa necessàriament fer la millor elecció.

Aprofitaré estes dos anècdotes per subratllar dos trets que, de manera inconscient en aquell moment i més reflexivament amb posterioritat, trobe molt rellevants en relació amb l’empremta que deixà Kempes en el València CF: la sensació inèdita que el millor està en el teu equip i, d’altra banda, la percepció que aquella figura superaria la dimensió estrictament futbolística en el relat del nostre club.

Perquè, tot i que segurament la pressió mediàtica al voltant del Real Madrid i el FC Barcelona no fóra tan desmesurada i simètrica com hui en dia, imagine que ja en eixos temps un xiquet del València CF no podia deixar d’entendre el que li volien dir, que no era una altra cosa que el seu equip no deixava de ser una comparsa, un participant necessari però secundari, amb més rellevància que la majoria dels altres actors però sense deixar de representar el paper de guest star en la pel·lícula de la lliga.

No tinc dubtes de que aleshores el Madrid tenia molta més presència i exaltació mediàtica, però el Barça de Cruyff, Neskens, etc... tampoc va ser desaprofitat per a potenciar eixa dualitat en que tan còmoda es troba també hui la premsa esportiva i tants aficionats de tot l’estat: en aquells moments ja existia, com s’ha batejat, el FC Real Madrelona (o Madrilona en castellà...). Per tant, vore que, de manera inapel·lable i a la vista de tot el món, el millor jugava amb nosaltres va ser per a mi una gran sorpresa, una forma d’exclamar interiorment un estranyat “vaja, així que és cert, no és cosa de mon pare i els seus amics de Mestalla...!”

I sí, va ser molt més que futbol: per a molts dels valencianistes de la meua generació (i dels seus voltants), la figura de Kempes va ser durant molt de temps un referent d’eixe moment que he descrit, dels dies on teníem el millor amb la nostra camiseta, dels dies when we were kings, lluny dels llargs anys successius de misèria i, en el millor dels casos, modèstia.

Així, temporada rere temporada, anà consolidant-se en la memòria col·lectiva de la República de Mestalla una certa mitologia al voltant de Kempes, un culte a les seues imatges amb la camiseta de la senyera derrotant com Sant Jordi el drac mesetari en la final de Copa del 79, una espècie de religió cívica articulada al voltant dels moviments hipnòtics de la cabellera del Matador i de la creu formada pels seus braços oberts. Però si fins i tot va tindre una Segona Arribada...!

En quants d’aquells moments sense expectatives ni perspectives de tindre-les no hem invocat el seu record per il·luminar uns temps de plom? I això, malgrat la tenaç insistència del propi Kempes en mostrar-se irritantment pròxim i accessible (per exemple, obrint una tenda d’esports al carrer Russafa), quan no fermament determinat a revelar-se un simple mortal (com en la seua inicialment difícil i erràtica trajectòria professional en penjar les botes).

Però, com a conseqüència de tot això, també crec que el seu record ha tingut en alguns moments el caràcter alienant que el materialisme històric ha atribuït al fenomen religiós. D’alguna manera, fugir de la misèria quotidiana d’aquells anys emparant-nos en la seua figura va servir per desenfocar-nos, per desviar-nos d’allò que realment ens esqueia bé, del nostre mantra primigeni del bronco y copero: vam ser més de Kempes que de l’equip de ciment de la lliga del 71, i van haver de passar anys i arribar uns altres noms (Espárrago, Ranieri, Cúper, Benítez...) per recordar-nos que el paradís està en la terra, i que es guanya (o, ai, quasi es guanya) d’una altra manera.

En tot cas, eixos efectes secundaris, si efectivament es donaren, no són responsabilitat de Kempes: l’ús que li hem donat a la seua trajectòria entre nosaltres ja és cosa nostra. El que sí que li devem és la seua llegenda, els seus gols, les alegries que ens proporcionà i la ajuda que el record de la seua presència va significar per no oblidar el que havíem sigut i on volíem tornar a arribar. Amb el pas del temps i després d’haver tornat a tastar la glòria, la seua figura ha anat creixent i consolidant-se cada volta més al cor i els records dels que som del València, tant dels qui hem tingut la sort de vore’l vestit de blanc com d’aquells qui només han pogut vore les velles fotos i vídeos o escoltar les nostres històries.


Josep González Vidal
Soci del València CF
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dimarts, 15 de juliol del 2014

Toma la pelota Kempes...

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Toma la pelota Kempes. 

Y la va llevando.

Va en cámara lenta,

en un fútbol ballet que es inmortal, eterno.

No pisa, vuela, flota. No flota.

Es una transparencia,

una luz que rasga el cielo.

Cae un contrario, una mota de polvo,

cae otro, un abrojo, una nada, cae el tercero.

Kempes sigue flotando, pero no flota, no.

Corre. Como un caballo,

como una locomotora,

como el agua que fluye de la boca del torrente,

como el imparable pampero que apaga la espiga.

Danza como un muñeco loco,

con la dulzura de la primavera que ya está en el aire.

Kempes corre.

Y con el corre el mundo de mi infancia.

Corre y no cae. Juega y no es vencido.

Pegale, pegale, pegale Marito y que rompa la red,

que rompa el mundo.

Hacé un gol que me salve de tanto dolor.

Rompé la red y dejala que suba hasta el cielo.

Dale Marito, rompé la red, Marito, ¡rompela!

¡GOOOOOOOOOL!


(De un monólogo teatral de María José Campoamor, guionista argentina de radio y TV)
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Nostàlgia de Bell Ville

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Article publicat a The Barraca, el blog de Desmemoriats, per a commemorar el 36é aniversari del fitxatge de Kempes pel València CF (com a redempció per haver-se'ns passat a tots el 35é): Tota la sèrie d'articles la pots llegir fent click ací.
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Vaig deixar d'anar a Mestalla amb regularitat quan Kempes va ser venut a River Plate en 1981. Segurament, van haver d'influir més aspectes: el meu creixent interés en la música, el fet d'estar començant els meus estudis en la universitat, la busca d'una relació amorosa que em donara tant com jo pensava que era capaç de donar, sí, tot això, unit a la marxa de Mario. Encara que en la seua segona etapa al València la meua il·lusió va seguir ací, les coses mai van ser el mateix. Les cinc temporades en la seua primera singladura valencianista em van omplir tant que, davant d'elles, tota la resta empal·lidia. És cert que després hem tingut moments brillants i vibrants, objectivament millors, però com bé sabem les percepcions són fets essencialment subjectius i ací no hi ha qüestió: Kempes va ser i serà el meu ídol futbolístic de tots els temps.

Un dia, en la confluència del carrer Colom amb els carrers Xàtiva i Russafa, havia de ser a principis dels 90, estava parat davant d'un semàfor en roig i anul·lant eixa espera, ignorant el temps mort, vaig girar el meu cap a dreta i esquerra intentant trobar qualsevol cosa - una bellesa femenina esperava en el meu fur intern - que em fera suportable la vida que s'escapava per l'albelló, segons, un minut tal vegada, però vida al cap i a la fi. A la meua esquerra un muscle robust i de la meua altura escortava un rostre i una cabellera que havia vist desenes de vegades córrer al vent en el verd prat de Mestalla. Mario Kempes estava al meu costat, amb un semblant absent i amb la mirada fixa en el semàfor per a, eixir disparat quan canviara cap a la seua despareguda botiga d'esports. No vaig ser capaç de dir-li res, perquè era tant que en els breus segons dels que disposava no haguera pogut passar d'una desmanotada presentació i una voluntariosa adulació. Mai m'ho vaig perdonar. Tindria alguna vegada la possibilitat de tornar a veure'l?

A principis del nou mil·lenni la idea que Kempes no estava sent prou valorat pel nostre club es va assentar de forma malaltissa en la meua voluntat. Veient com en altres esports els grans eren tractats amb veneració quasi religiosa, els Babe Ruth, Lou Gehrig, Joe Di Maggio, Mickey Mantle, Don Mattingly dels Yankees havien sustentat la llegenda i l'havien elevat a imaginari col·lectiu, per què no ací fer el mateix? Els Montes,Cubells, Mundo, Puchades, Claramunt, Kempes, Kempes, Kempes…. Gol, gol, gol…. El meu interés es va fer realitat quan vaig tirar una mà a l'escriptor argentí Federico Chaine, biògraf oficial de Kempes, per a aconseguir que la seua biografia s'editara a València. I així va ser.

Un dia, amb el llibre ja editat, li vaig preguntar a Chaine si seria possible saludar en persona a Kempes. Clar, em va dir ell, i ens en vam anar a la casa de la seua filla major, on Mario i la seua família passaven una temporada. Era setembre, feia calor, a les 6 i mitja de la vesprada, cridaren, pujaren i tocaren a la porta. El campió del món, el golejador del València CF, el meu heroi futbolístic ens va obrir la porta en banyador, un d'eixos tipus pantaló. Després van vindre anècdotes del futbol, firmes i dedicatòries, gots d'aigua servits pel pichichi del mundial a un parell de rendits admiradors i la sensació, a l'eixir d'allí, que les persones i els mites mai es porten bé.

Necessitava, inquiet com sóc, tancar un circle. Necessitava, agraït com sóc, dir-ho alt i clar. Necessitava, creatiu com sóc, anar un poquet més enllà. I així va ser. Una vesprada de novembre del 2008, amb el Nadal fent soroll al fons del corredor, vaig posar tot el que tenia en la taula i comencí triant els pinzells, els colors, la perspectiva. La clau de tot: quins ignorants som! Vaig recordar la presentació de Kempes en el Trofeu Taronja de 1976 i el seu desastrós partit enfront del CSKA de Moscou. Com el públic va pontificar l'adveniment d'un nou petard futbolístic en el sacrosant temple de Mestalla. I com això no va ser més que un miratge necessari perquè tots tinguérem clar que la vida i el futbol requerixen un poc de paciència i tranquil·litat. Així va nàixer el meu homenatge a Mario Alberto Kempes. I sempre que rememore el seu pas pel nostre equip, sempre que em recorde cantant els seus gols, abraçant-me a mon pare, i traient pit per tindre en el nostre equip al què en una ocasió fos el millor jugador del món, he de confessar que sent nostàlgia del de Bell Ville. 


Cisco Fran 
Soci del València CF
líder del grup La Gran Esperanza Blanca (Podeu adquirir el homenatge de LGB i Los Radiadores al Lobo Diarte i el Matador per soles dos euros fent click aci)
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dilluns, 14 de juliol del 2014

Ídol

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Amb motiu del seu aniversari dediquem una setmana a la figura de Mario Alberto Kempes amb el hashtag #weekKempes Alguns d'estos articles varen ser publicats a The Barraca, el blog de Desmemoriats, per a commemorar el 36é aniversari del fitxatge de Kempes pel València CF (com a redempció per haver-se'ns passat a tots el 35é): Tota la sèrie d'articles la pots llegir fent click ací.
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Tenia dotze anys quan una imatge de Mario Kempes em va impactar en gran manera. No era una imatge seua xutant a porta, ni celebrant un gol amb els braços oberts cabellera al vent o agenollat vestit amb la senyera després de vacunar al Madrid en la final de copa del 79, ni recorrent el camp rival amb unes camallades brutals sortejant contraris i evitant destralades. No, era una imatge trista, que un xiquet com jo en aquell moment, no podia entendre.

Corria el mes de Març de l'any 81 quan Mario deixava el València per a anar-se'n a River. En unes escales de l'aeroport de Manises, amb una samarreta negra amb lletres xineses i ulleres de sol, abatut, deia adéu. El meu únic ídol futbolístic de llavors, i encara hui, se'n anava.

Vaig nàixer al 68, i això vol dir que era molt xicotet quan Kempes va disfrutar dels seus millors anys en el València. Si he de ser sincer, tinc vagues records d'aquells anys compresos entre el 76 i el 80. Acudia més o menys vegades a Mestalla de la mà de mon pare, però la memòria fotogràfica que té molta gent no és el meu fort. I no recorde esta o aquella jugada, ni moltíssims dels seus gols, i em fot. Enormement, a més. Recorde més les seues últimes temporades, la gris segon etapa, la d'un futbolista prematurament esgotat, per tants i tants partits donant-ho tot i no en les millors condicions físiques, però sempre honrat i fidel al seu club. Damunt, la situació del club tampoc ajudava i la seua permanència en l'equip es va fer insostenible.

Però l'esplendorós Kempes estava en tots els periòdics. En tots els resums d'aquell Estudio Estadio que feien els dilluns per la vesprada-nit. Estava en totes les revistes de futbol de l'època. En tots els números que el València editava de la seua revista oficial. Estava en les parets de ma casa, a manera de post llis. En les meues llibretes del cole, fotos apegades en les tapes. En els meus àlbums de croms. Estava per totes les bandes.

I en el meu cap. Era el meu model a imitar. Segur que qui em coneix esbossarà un somriure, però jo volia portar la seua cabellera. Si Kempes eixia en una foto amb un collar, jo volia portar eixe collar. Volia posar-me una cinta blanca al genoll, com ell la portava, i amb les mitges caigudes. Quan jugava al futbol, en la meua camiseta, sempre blanca, de cotó, volia portar el número nou. Ho comprava i se'l donava a ma mare perquè m'ho cosira. A vegades, sent destre com jo era, només jugava amb l'esquerra, perquè ell era esquerrà.

El València i els valencianistes li devem molt a Kempes. Ara tires la vista arrere i arran del mundial que ell a soles li va donar a Argentina, al València ho volien veure a tot el món. Era l'equip de moda. Va haver-hi una gira per Argentina just després del mundial, que bé, és lògic que en el seu país volgueren veure-ho. Però en l'estiu del 79 al València volien veure-li al Japó. Sí, sí, al Japó, i al València. No volien veure a Madrid i Barça (que molts ens volen fer creure que eixes gires les van inventar ells), volien veure al València, a Mario Kempes, al millor jugador del món d'aquells anys, a pesar que tant coste reconéixer-se'l, potser per ser jugador del València.

I per descomptat vaig tindre una trobada amb Mario Kempes. Ja retirat, o potser en els seus últims anys de futbolista allà per Àustria, no recorde bé. Un dia va entrar en la bolera de la Pobla de Farnals. I quina casualitat que ahí estava jo amb el meu amic, i gran valencianista, Iñaki, junt amb les nostres respectives. En quant el vam veure, Iñaki va pujar ràpid al seu apartament, perquè estiuejàvem allí, a per una càmera de fotos, i ahí va quedar plasmada per sempre una instantània nostra amb ell. No recorde si li vam dir alguna cosa, però sí que sé que fou molt amable i simpàtic.

Un dels moments més emocionants que he viscut a Mestalla en els últims anys va tindre lloc al desembre de l'any passat, quan encertadament el València va posar en marxa 'La Nit del Matador' en els prolegòmens del partit de lliga davant  l'Espanyol. Quan Kempes va botar a Mestalla rodejat dels xiquets vestits amb la senyera, la seua senyera, molts vam tindre l'ocasió d'ovacionar-lo i agrair-li tot el que va fer pel nostre equip i per la nostra infància. Va ser un gran moment que mai oblidaré. 


Jose Miguel Lavarías
Soci del València CF
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dimarts, 8 de juliol del 2014

Alfredo DiStefano. In memoriam.

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Ens ha deixat Alfredo DiStefano. Per alguns president honorífic, per a altres l'origen de tots els seus mals per culpa d'un complot tramat pel règim franquista. Per a nosaltres, els valencianistes, simplement Don Alfredo.

Entrenador en tres períodes diferents del nostre València CF en el primer d'ells es proclamà campió de lliga la temporada 1970-71, la lliga dels Abelardo, Sergio, Paquito, Antón, Forment, Barrachina, Claramunt...

En el segon dels seus cicles a la banqueta ens deixa la Recopa d'Europa de l' any 1980, un torneig on vivirem eliminatòries més que vibrants contra el Barça, el Rangers i on els penals contra l'Arsenal ens feren de nou campions, amb jugadors com Kempes, Arias, Saura, Tendillo, Botubot, Solsona, Carrete...

El tercer periple per Mestalla va ser més amarg. Quan les coses no anaven gens bé, amb un club en descomposició i arruinat, quan el fantasma del descens era ja una realitat, de nou Don Alfredo agafà el timó de la nau valencianista per a intentar un impossible. Eixa temporada 1985-86 va acabar amb el primer descens del València a la Segona Divisió.

La temporada següent, amb un club marcat per les penúries econòmiques i les limitacions pressupostàries l'equip es va fer amb veterans com Subirats, Arías i Sempere, les incorporacions d'Alcañiz i de Bossio i jugadors jóvens, bàsicament del planter. Els Quique, Arroyo, Revert, Fenoll, Giner, Voro, Fernando... feren Don Alfredo campió amb el València una altra volta, i de segur el feren feliç per haver retornat al seu València al lloc que mai hagué de deixar.

Descanse en pau Don Alfredo, el mite i la persona.


Josep Bosch
Soci del València CF 
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